La educación académica: un dios de hojalata (y iii)
En los dos post anteriores critiqué a la educación académica y mostré sus profundas deficiencias. La educación, junto con la televisión, ha ocupado el papel del sermón dominical o de la propaganda del poder como medio de inculcar ideología. Hoy por hoy nadie se atreve a hablar mal de la educación, ningún político que pretenda tener posibilidades en sus ambiciones puede denostar y minusvalorar la educación. La educación es un tótem respetado tanto por el discurso progresista como por el discurso derechista. Siempre he sospechado de los tótem.
He hablado en ocasión de la escuela Summerhill y su creador A. S. Neill. Pero ¿qué es Summerhill? Summerhill es una escuela inglesa fundada en 1921 por Alexander Sutherland Neill. Es una de las pioneras dentro del movimiento de las Escuelas democráticas. Atiende a niños de educación primaria y secundaria. Actualmente la directora es la hija de A.S. Neill, Zoe Readhead.
Summerhill se destaca por defender que los niños aprenden mejor libres de los instrumentos de coerción y represión usados por la mayoría de las escuelas. Todas sus aulas son opcionales, los alumnos pueden escoger las que desean frecuentar y las que no desean. Neill fundó la escuela con el convencimiento de que "un niño debe vivir su propia vida - no una vida que sus padres quieran que viva, no una vida decidida por un educador que supone saber lo que es mejor para el niño".
En 1917 Neill conoce Little Commonwealth, una escuela-reformatorio dirigida por Homer Lane, psicoanalista estadounidense. Lo que más le llama la atención fue que los propios jóvenes internos, presos por cometer delitos, gestionaban el espacio. Otro psicoanalista que tuvo fuerte influencia sobre Summerhill fue Wilhelm Reich, amigo personal y también analista suyo. Se nota la presencia de sus ideas en especial en la defensa de una educación colectiva en sustitución de la educación burguesa y estratificada.
Reich elaboró algunos escritos sobre educación, donde discute cuáles serían las formas de educar adecuadas y no adecuadas, teniendo en cuenta la felicidad de las personas. Para él, una educación que frustre o que satisfaga excesivamente está abocada al fracaso. Frustrar en exceso significa educar una persona apocada, conformista, incapaz de satisfacer sus propias voluntades, por otro lado satisfacer de más significa crear una persona inadaptada incapaz de convivir socialmente.
La educación tradicional defiende y estimula la represión de los instintos y de las voluntades de la infancia. Neill piensa, influido por el psicoanálisis que esta represión es la responsable de muchas de las neurosis que se manifiestan en la persona, tanto en la niñez como en la vida adulta.
Neill establece que la principal meta de una escuela debe ser auxiliar a sus alumnos para que estos sean capaces de encontrar la felicidad propia y es por eso que propone un modelo muy diferente al de las escuelas tradicionales, que según él sólo consiguen promover una atmósfera de miedo. Para que una persona sea feliz necesita primero ser libre para escoger su propio camino. Es por eso que renuncia a cualquier tipo de autoridad moral o jerárquica.
En Summerhill, ningún adulto tiene más derechos que un niño, todos tienen los mismos derechos. Todos deben ser libres, entendiendo la libertad como una construcción colectiva. La libertad no acaba cuando comienza la del otro, como defendían los ilustrados, la libertad precisa que todos sean libres para ser posible.
La pedagogía tradicional supone que los niños tienen una tendencia natural al egoísmo, siendo necesaria una interferencia autoritaria por parte de la familia y la escuela, para desarrollar el altruísmo. Summerhill parte del mismo supuesto pero no llega a las mismas consecuencias: el niño es egoísta pero ese egoísmo no es malo en sí mismo. El egoísmo infantil es una etapa del desarrollo del niño (tesis acorde con las investigaciones del psicólogo suizo Jean Piaget) que si se desarrolla naturalmente desemboca en el altruismo; existe un momento en donde el niño necesita de los demás y entonces su propio egoísmo le abre a la comunidad. Inculcar a los niños principios altruistas antes de que sean capaces de asimilarlos sólo produce individuos miedosos e hipócritas. O sea, la educación tradicional yerra en esa interferencia autoritaria, sin percibir que es justamente ese tipo de interferencia la que alimenta aquello que identifica como problema. Según Neill es solamente a través del miedo como se puede intentar forzar el interés de alguien.
En esa escuela todas las reglas de convivencia y soluciones a los problemas que surgen en el día a día son resueltas en una asamblea que ocurre semanalmente, donde cada persona sea alumno, profesor o funcionario, tiene derecho a hablar y votar, manteniéndose el principio de que todos los votos valen lo mismo. Las normas de la escuela son construidas entre todos, todos se sienten parte del colectivo y se empeñan en mejorarlo. Un buen ejemplo de eso son los castigos defendidos por la Asamblea. En una ocasión, un niño, que no tenía dinero para tener su propia bicicleta, cogió una de otro niño para dar una vuelta y acabó estrellándola. El castigo fue que todos los miembros de la escuela hiciesen una colecta para comprar una bicicleta nueva y para comprar otra al niño que la había cogido por no tener dinero. No existe sentimiento de odio vinculado al castigo.
Las mañanas se utilizan para las clases y por la tarde los niños son libres para realizar actividades diversas que eligen ellos mismos. A pesar de que los alumnos no son forzados a participar en las clases, un grupo puede expulsar de un aula a un alumno absentista por ralentizar el desarrollo de los trabajos.
Para más información puedes visitar la página de la escuela Summerhill.
Llegados a este punto el lector se preguntará ¿pero Summerhill funciona? A esto Neill responde primero indicando la necesidad de definir el concepto de “resultados académicos”. Una pregunta que se hace en una de sus obras sobre la pedagogía libre es ¿qué es preferible un ingeniero neurótico o un carpintero feliz? En la mentalidad de Summerhill la idea de que el trabajo manual es igual de digno que el trabajo académico no es un eslogan condescendiente sino una realidad que se lleva a la práctica. En España el menosprecio que existe a la “Formación Profesional” (es decir a prepararse para una profesión como tornero, ganadero, panadero...) es claro ejemplo de que el citado eslogan es sólo eso: buenas intenciones. En Summerhill lo importante no son los contenidos académicos sino el pleno desarrollo de las potencialidades del alumnado.
No obstante, aquellos alumnos que tras su estancia en Summerhill decidieron continuar una formación superior tuvieron la posibilidad de hacerlo sin dificultad, y en la mayoría de los casos con verdadero éxito. Esto muestra que la libertad no está en contradicción con el conocimiento sino que lo potencia y lo estimula. Mirad a un niño pequeño, es un manojo de curiosidad y deseo de explorar el mundo... mirad ahora a los adolescentes que acaban la formación secundaria obligatoria ¿cómo hemos conseguido matar de manera tan radical el más mínimo destello de amor al saber? ¿cómo?
En definitiva en estos tres post he querido mostrar dos cosas: los perniciosos efectos antivida de la educación académica y las otras posibilidades de educación. Otra educación es posible, con ella no formaremos a carne de cañón que vaya a Irak o Vietnam a matar inocentes; no formaremos dóciles votantes ni fieles contribuyentes; formaremos hombres. Quizás sea esta la razón por la que esta otra educación posible no llegue nunca a ser más que un sueño para la mayoría.
Sé feliz
P.S. La parte del post en la que se describe la experiencia de Summerhill lo he extraído de la Wikipedia.