domingo, septiembre 28, 2008

La fabricación de la locura ( i ): brujería y locura

El libro de Thomas Szasz (1920-) La fabricación de la locura junto con El mito de la enfermedad mental la obra más famosa del autor. En La fabricación de la locura Szasz trata de mostrar como el estigma de la locura vino a sustituir el estigma de la brujería...

enlace al artículo

jueves, septiembre 25, 2008

El orgullo es un terrible embaucador de la razón

Al igual que se tiene un concepto de las carnes y pescados y comestibles semejantes, sabiendo que eso es un cadáver de pez, aquello cadáver de un pájaro o de un cerdo; y también que el Falerno es zumo de uva, y la toga pretexta lana de oveja teñida con sangre de marisco [...] De igual modo es preciso actuar a lo largo de la vida entera, y cuando las cosas te dan la impresión de ser dignas de crédito en exceso, desnúdalas y observa su nulo valor, y despójalas de la ficción, por la cual se vanaglorian. Pues el orgullo es un terrible embaucador de la razón, y cuando piensas ocuparte mayormente de las cosas serias, entonces, sobre todo, te embauca. 


Marco Aurelio; Meditaciones; libro VI párrafo 13


Sé feliz

domingo, septiembre 21, 2008

El miedo a la libertad (y iii): libertad y democracia

“Nos sentimos orgullosos de no estar sujetos a ninguna autoridad externa, de ser libres de expresar nuestros pensamientos y emociones, y damos por supuesto que esta libertad garantiza —casi de manera automática— nuestra individualidad. El derecho de expresar nuestros pensamientos, sin embargo, tiene algún significado tan sólo si somos capaces de tener pensamientos propios; la libertad de la autoridad exterior constituirá una victoria duradera solamente si las condiciones psicológicas íntimas son tales que nos permitan establecer una verdadera individualidad propia. ¿Hemos alcanzado esta meta o nos estamos, por lo menos, aproximando a ella?”
E. Fromm; El miedo a la libertad; Paidós Contextos 2006 p. 248

De este modo comienza Fromm el último capítulo de su libro “El miedo a la libertad” en el que analiza la relación entre la libertad y la democracia. Aunque el la democracia parezca que los individuos podemos hacer lo que queramos siempre que no interfiramos en la convivencia Fromm se pregunta si realmente queremos lo que queremos, somos libres de hacer lo que queremos pero ¿somos también libres de querer lo que queremos? ¿Hasta que punto la sociedad democrática permite el pleno desarrollo de la voluntad del individuo, hasta que punto esta voluntad no está condicionada por la misma sociedad que parece tan liberada?

El proceso de represión de los sentimientos y pensamientos espontáneos empieza muy tempranamente, desde la iniciación del aprendizaje. Aunque Fromm no niega la necesidad puntual de reprimir la espontaneidad infantil para la socialización del niño, en muchas ocasiones se olvida que esa represión es un medio para la socialización pero no el fin mismo del proceso educativo. Un sentimiento normal del niño es el de aversión hacia el mundo externo y hacia otras personas pero desde las instancias educativas (padres, familiares, escuela...) se intenta que el niño quiera a todos los visitantes, familiares, cuidadores, etc. de este modo el niño sólo es maduro cuando es capaz de reprimir e incluso de eliminar sus sentimientos de aversión. De esta manera el niño aprende, igualmente, a ser simpático con todo el mundo y lo que la educación en la infancia no puede conseguir al final lo logrará la presión de la sociedad. El ser amistoso, simpático y feliz se transformarán en respuestas que el sujeto cuando haya terminado su proceso de socialización dará automáticamente como un interruptor que se enciende y se apaga. En ocasiones el individuo se dará cuenta del carácter externo de estos sentimientos pero en muchas ocasiones es seguro que perderá la capacidad de discernir sus sentimientos auténticos de sus pseudosentimientos. Los sentimientos son reprimidos y redirigidos hacia lo socialmente aceptable, esta represión explica la demanda sentimentaloide que satisfacen las películas o la música mal llamada romántica. La normalidad psicológica es mediocridad sentimental y la expresión de sentimientos auténticos una anomalía.

Un sentimiento que es especialmente reprimido en la democracia es el sentido de lo trágico, la certeza de la fragilidad del hombre y de su propia finitud. La muerte se ha transformado en un tema tabú y se esconde ya no sólo la muerte sino también su antesala: la vejez. De este modo se le arrebata al hombre aquello que daba mayor profundidad a su vida y a sus sentimientos de solidaridad con los otros hombres. Si la vida es algo que merece ser vivido a cada instante de manera plena es la seguridad de su finitud pero al quedar reprimida la muerte la vida nos muestra su perfil más romo y superficial. Sin embargo, como todos los sentimientos reprimidos la muerte vuelve a aparecer con una siniestra cara en nuestras pesadillas de felices hombres superficiales pero ahora ya, al haberse reprimido, carece de fertilidad y la muerte se nos muestra como terrible final de una vida inane e insustancial.

La conducta de insinceridad – a veces no intencionada- de los padres hacia sus hijos desalienta también el pensamiento independiente en el niño. La obsesión por la información (datos) que tiene el sistema educativo en vez de por el conocimiento (estructuras significativas) es otro lastre importante para el desarrollo del pensamiento espontáneo del niño. Hijo de esta concepción meramente informativa de la educación es el relativismo que considera que todo pensamiento vale y que por lo tanto carece de sentido realizar el esfuerzo de construirse una interpretación del mundo propia y personal. El relativismo y el culto a la información consiguen que el niño carezca de una visión estructurada del mundo de lo que la televisión o Internet hoy en día son en gran parte responsables: tras la noticia del bombardeo y muerte de cientos de personas en Irak se anuncia un producto dietético o una marca de condones sin solución de continuidad. Meros datos desunidos irrumpen en nuestra cabeza dejándonos incapaces de valorarlos o jerarquizarlos: indiferencia y chatedad de miras son los rasgos del hombre democrático contemporáneo.

De esta manera el hombre moderno ha perdido la capacidad para mostrarse tal cual es y se ha convertido en un autómata que cree ser libre; esta pérdida del yo ha aumentado la necesidad de conformismo social con la que intentamos ahuyentar las dudas sobre nuestra propia identidad.  Pero detrás de una aparente satisfacción y optimismo el hombre moderno oculta una profunda infelicidad y desesperación, hambriento de vida pero incapaz de saborearla acepta como sucedáneo cualquier cosa que pueda causar una excitación pasajera, sustituta de la verdadera alegría de vivir, como bebidas, deportes o identificación con personajes ficticios de la televisión.

Sólo gracias a la actividad espontánea podrá el hombre moderno sobreponerse a la desesperación y recuperar el sentido de vivir. Mediante la actividad espontánea el hombre evitará la soledad pero no tendrá que pagar el precio de perder su personalidad. El amor como relación libre y no como imposición o subordinación permite al hombre relacionarse con los otros en plenitud, manifestando su ser de manera propia y satisfaciendo, a la vez, su necesidad de relacionarse con otros hombres. El trabajo creador, como manifestación de la propia personalidad en el mundo objetivo funciona también como medio de autorealización; no se refiere Fromm al trabajo alienante y embrutecedor al que tantos estamos acostumbrados sino a ese trabajo-arte que toda la tradición intelectual marxista ha estado reivindicando desde sus inicios. Mediante el trabajo creador y el amor el hombre encuentra que la vida tiene su significado en sí misma, en el propio acto de vivirla. Pero no nos engañemos, las democracias burguesas han creado un mundo deshumanizado desensibilizado y en donde la anormalidad de la conformidad es la normalidad social que se propugna, defiende y persigue. Si el carácter fascista adoptaba mecanismos de evasión autoritarias el carácter democrático del hombre actual se evade de su libertad a través del mecanismo de la conformidad automática. ¿Es posible que la felicidad no sea, como lo es hoy, la meta de unos pocos privilegiados, soñadores o excéntricos? ¿Es posible la socialización de la felicidad, el fin de esta sociedad patológica?

“Tan sólo si el hombre logra dominar la sociedad y subordinar el mecanismo económico a los propósitos de la felicidad humana, si llega a participar activamente en el proceso social, podrá superar aquello que hoy lo arrastra hacia la desesperación: su soledad y su sentimiento de impotencia. Actualmente el hombre no sufre tanto por la pobreza como por el hecho de haberse vuelto un engranaje dentro de una máquina inmensa, de haberse transformado en un autómata, de haber vaciado su vida y haberle hecho perder todo su sentido. La victoria sobre todas las formas de sistemas autoritarios será únicamente posible si la democracia no retrocede, asume la ofensiva y avanza para realizar su propio fin, tal como lo concibieron aquellos que lucharon por la libertad durante los últimos siglos. Triunfará sobre las fuerzas del nihilismo tan sólo si logra infundir en los hombres aquella fe que es la más fuerte de las que sea capaz el espíritu humano, la fe en la vida y en la verdad, la fe en la libertad, como realización activa y espontánea del yo individual.”
ed. cit. pp 279-280

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Sé feliz

miércoles, septiembre 17, 2008

La calidad de la educación

Vía menéame leo este interesante artículo que se pregunta sobre las causas del fracaso del actual sistema educativo. Bueno, cuando hablemos de fracaso debemos de entender que nos referimos, en concreto, a las bajas calificaciones que obtiene España en el informe PISA; informe que, por cierto, algunas comunidades no realizan vaya usted a saber por qué.
Es grato comprobar que lo que ya expresé en otra ocasión se vea confirmado por personas ajenas al sistema educativo: una parte importante de responsabilidad recae sobre los docentes. Y eso es bueno, es bueno porque si los docentes somos parte del problema también somos parte de la solución y aunque sé que es más fácil ir llorando por las salas de profesores y las cantinas de los institutos quejándonos de que los alumnos no tienen nivel, de que los padres no educan a sus hijos, de que la legislación educativa es mala o de que esto en mis tiempos no pasaba; aunque, repito, reconozco que esto es más fácil también se me reconocerá que es más esperanzador pensar que con trabajo y voluntad podemos aprender a ser mejores profesores y así enseñar conocimientos útiles a nuestros alumnos. Pensar esto último, ahora tengo ya que reconocerlo, es más esperanzador pero más difícil... implica trabajo y autocrítica nada más y nada menos.
Que uno de los problemas de la educacion es el profesorado ya no hay nadie que lo dude ahora yo pregunto ¿y que podemos hacer con el cuerpo de docentes de segundaria? ¿qué podemos hacer para las 30 horas semanales que pasan los alumnos en el instituto sean provechosas? si nos preocupa tanto el "nivel" de nuestros alumnos ¿qué podemos hacer para subir el "nivel" de los docentes y el "nivel" de sus clases no tan magistrales? Dejo la pregunta abierta, me gustaría tener las respuestas claras pero no es así.

Sé feliz

domingo, septiembre 14, 2008

El miedo a la libertad (ii): los mecanismos de evasión

En el artículo anterior sobre este tema expuse como, según Fromm en su libro "El miedo a la libertad", el hombre desde su infancia va desarrollando su individualidad conquistando paulatinamente una mayor libertad. Sin embargo el desarrollo de la libertad se veía entorpecido por múltiples causas que frustraban al sujeto en su evolución y le obligaban a huir de la angustia y de la soledad a través de mecanismos de evasión. En este post analizaré el funcionamiento de estos mecanismos de evasión.

El sujeto que cae en mecanismos de evasión podemos considerarlo psicológicamente anormal pero ¿qué es la controvertida "normalidad psicológica" a ojos de Fromm? Sin que nos percatemos de ello solemos trabajar con dos conceptos de normalidad psiquiátrica. Por una parte una persona será considerada normal desde una perspectiva social cuando es capaz de desempeñar el papel que le corresponde dentro de la sociedad en cuestión; por otro lado desde la perspectiva del individuo consideramos normal a aquella persona que desarrolla sus potencialidades en un grado alto y es feliz.

Como es extraño que una sociedad permita a todos los individuos el desarrollo pleno de sus potencialidades es frecuente que ambas definiciones de normalidad no coincidan e incluso sean contradictorias. Una mujer independiente y libre en el medioevo podía ser considerada una anormal y ser llevada a la hoguera por el simple hecho de buscar su propio autodesarrollo; pensemos también en ciertos colectivos sociales que por el simple hecho de su nacimiento, orientación sexual o creencia eran marginados y estigmatizados por las estructuras sociales imperantes como anormales. Pongamos el ejemplo de un carcelero nazi en un campo de trabajos forzados, en este caso la normalidad social es sinónimo de normalidad humana; en esta situación ¿qué carcelero sería más normal desde el punto de vista de los valores humanos el que se adapta a su trabajo con eficiencia o el carcelero neurótico? El neurótico según Fromm es el individuo que no ha podido adaptar sus motivaciones vitales al contexto social en el que vive, si ese contexto social es patologizante podría darse el caso que su anormalidad social fuese un síntoma de normalidad desde la perspectiva meramente individual. La palabra neurosis o normalidad social sólo tienen valor para Fromm en relación con la adaptación del individuo a su contexto social pero no nos dice nada sobre la normalidad del individuo como tal. De hecho los mecanismos de defensa que vamos a ver a continuación son mecanismos que el individuo adopta como defensa hacia la intromisión social en su autodesarrollo; estos mecanismos son callejones sin salida en donde el desarrollo personal del individuo queda anclado y suelen generar grandes dosis de sufrimiento y frustración, aún así estos mecanismos pueden ser perfectamente admitidos por la sociedad.

Existen tres mecanismos de evasión fundamentales: el autoritarismo, la destructividad y la conformidad. Pasamos a continuación a analizar el autoritarismo que en palabras de Fromm:

"consiste en la tendencia a abandonar la independencia del yo individual propio, para fundirse con algo, o alguien, exterior a uno mismo, a fin de adquirir la fuerza de que el yo individual carece"
 E. Fromm; El miedo a la libertad; Paidos Contextos 2006 p. 156.


Este autoritarismo se muestra en dos caracteres típicos, el sádico y el masoquista, que suelen combinarse frecuentemente en el carácter sadomasoquista . El carácter sádico se distingue por el placer que le proporciona someter física o moralmente a otras personas y convertirlas en meros instrumentos de su voluntad. Estas tendencias sádicas están fuertemente racionalizadas y permanecen generalmente a un nivel inconsciente; el sádico se oculta su carácter bajo la forma de una extremada bondad o una exagerada preocupación por el prójimo que le empuja a someterlo "por su bien". El sádico depende emocionalmente de la persona a la que somete, es tanto el tirano como el esclavo de su víctima ya que los únicos sentimientos de fuerza que el carácter sádico posee son los que nacen del hecho de ser el dominador de alguien.

El carácter masoquista es la contrapartida del carácter sádico, si este encontraba su sentimiento de fuerza en el someter a otros el masoquista haya tranquilidad y reposo en  renunciar a su identidad en beneficio de terceras personas que ejercerán el poder sobre él como guías o autoridades incontrovertibles. Tanto el carácter sádico como el masoquista hayan la fortaleza de su yo en una relación de poder con otra persona; ambos persiguen lo mismo aún con actitudes tan encontradas: evadir al individuo de su insoportable sensación de soledad e impotencia. Pero ambas soluciones son meras huidas, el sujeto pretende pertenecer a algo pero esa pertenencia es ficticia y las obligaciones de ejercer cada vez mayor poder (sadismo) o mayor sumisión (masoquismo) para evitar la angustia y la soledad que siempre acechan hacen que estos mecanismos de evasión acaben produciendo estados de sufrimiento psíquico más profundos de los que se pretendían evitar. Aún así en sociedades totalitarias el carácter sádico-masoquista podría ser considerado socialmente normal y adaptarse perfectamente a estructuras de poder rígidas.

En ocasiones el sadomasoquismo se ha confundido con el amor pero el amor, realmente, se basa en una relación de igualdad y libertad en donde el pleno desarrollo de las potencialidades del amante es o debería ser compatible con el desarrollo del amado. La subordinación masoquista a una figura de autoridad (es de triste actualidad los casos de mujeres que dicen tolerar el maltrato porque "aman" a su maltratador) puede generar alguna pseudo satisfacción psicológica como mecanismo de evasión pero no puede ser considerado amor. Por otro lado aquella persona que manda y somete a otras personas por amor hacia ellas, por su propio bien también está confundiendo una relación de dominio sádico con un sentimiento de amor genuino. 

La relación sadomasoquista no se basa en la fuerza sino en la debilidad, es la muestra de la incapacidad del individuo para mantenerse solo y subsistir como una realidad diferenciada en el mundo; el sádico-masoquista no muestra en su conducta poder ni fuerza sino impotencia para relacionarse armónicamente con el mundo real y humano que le rodea ya que sólo puede dominarlo o someterse a él. Por todo lo anterior podemos decir que la persona sadomasoquista se caracteriza porque su relación hacia la autoridad es de admiración y sometimiento pero, al mismo tiempo, desea poseer esa autoridad para ejercerla sobre otros más débiles que él. Fromm denominará a esta personalidad sadomasoquista personalidad autoritaria, esta personalidad autoritaria que busca la evasión de su propia libertad en el mandar y en el obedecer es la que ha sostenido y sostiene a los regímenes autoritarios de diverso cuño.

La personalidad autoritaria en las actuales democracias parece tener un papel marginal pero no es necesariamente así según Fromm. En la Edad Media y en los gobiernos fascistas la autoridad estaba personificada por reyes, obispos, maestros, etc. con la llegada de la Reforma empezó a emerger un nuevo concepto de autoridad: la autoridad subjetiva, la propia conciencia como guía inflexible de nuestros actos y nuestros deseos; sin embargo, el triunfo de la democracia burguesa en occidente parece que trajo aparejado una mayor laxitud de esa conciencia individual, de ese super-yo que constreñía la mentalidad victoriana hasta llevarla a la histeria. ¿Podemos por lo tanto decir que haya muerto la autoridad tal y como la entendemos? Para Fromm no, la autoridad ahora se ha vuelto autoridad anónima, se ha transformado en normalidad social, psicológica, de costumbres, etc. la televisión ha tenido mucho que ver en ello y los modelos normales de conductas que nos proponen los programas y los noticiarios no nos son impuestos sino que más bien se nos dan como ya dados y tácitamente aceptados por todos. En esta situación el hombre moderno aún es en buena medida siervo de patrones de conductas que vienen pseudoimpuestos por una normalidad anónima e impersonal.

El segundo mecanismo de evasión del que trata Fromm es de la destructividad. Mientras que el carácter sádico pretendía someter al mundo el carácter destructivo pretende aniquilar todo lo que se oponga a su personalidad. La comparación con la realidad muestra al individuo destructivo su pobreza psicológica y para evitar esta comparación odiosa el sujeto opta por destruir el objeto que le genera esta sensación desagradable.

"La vida posee un dinamismo íntimo que le es peculiar; tiende a extenderse, a expresarse, a ser vivida. Parece que si esta tendencia se ve frustrada, la energía encauzada hacia la vida sufre un proceso de descomposición y se muda en una fuerza dirigida hacia la destrucción. En otras palabras: el impulso de vida y el de destrucción no son factores mutuamente independientes, sino que son inversamente proporcionales. Cuanto más el impulso vital se ve frustrado, tanto más fuerte resulta el que se dirige a la destrucción; cuanto más plenamente se realiza la vida, tanto menor es la fuerza de la destructividad. Esta es el producto de la vida no vivida."
E. Fromm; El miedo a la libertad; Paidos Contextos 2006 p. 194.

Cuando una persona se dedica a actividades destructivas sin que haya razón clara para ello la sociedad suele considerarlo un enfermo o un elemento asocial. Por lo tanto cuando una persona posee conductas destructivas tiene que ocultarlas tras una fuerte racionalización socialmente aceptada para poder ser admitido en el grupo al que pertenece.

El tercer y último mecanismo de evasión del que nos habla Fromm es la conformidad automática. Se entiende por conformidad automática aquel mecanismo de evasión que hace que el yo del individuo se diluya en la sociedad circundante, se puede comparar al mimetismo del camaleón que lo hace indistinguible de su entorno; el individuo que adopta la conformidad automática como forma de conducta habitual adopta el tipo de personalidad que le proporcionan las pautas culturales, es igual a todo el mundo y se comporta tal y como se espera que se comporte.

Casi siempre el individuo conformista considera que su línea de actuación es propia y libremente elegida pero en realidad no es así, más bien ocurre que este tipo de individuo racionaliza los motivos por los que adopta la conducta conformativa. Las ideas que surgen espontáneamente del pensamiento son siempre nuevas y originales mientras que las racionalizaciones de los motivos no hacen más que confirmar los prejuicios emocionales que se encuentran ya dentro del mismo individuo. Esto nos hace preguntarnos hasta qué punto podemos decir que nos pertenecen nuestras decisiones cuando muchas veces no han surgido de una elección personal sino que hemos sido empujados a ellas por miedo al aislamiento o incluso por amenazas directas sobre nuestra vida o libertad. Fromm llega a afirmar que es posible que en muchas personas, incluidos nosotros mismos, el número de decisiones originales es un fenómeno relativamente raro; la mayoría de las veces los motivos por los que adoptamos un comportamiento u otro no están basados en verdaderas elecciones autónomas del individuo. El mecanismo de conformidad automática sería un caso extremo de esta despersonalización de las decisiones, el individuo no elige su destino aunque así lo parezca y lo crea.

La sustitución de pseudoactos en lugar de actos propios y personales conduce finalmente a una sustitución del yo original del individuo por un pseudoyó que se comporta como un actor que representa el papel que le ha sido asignado. Pero al igual que los otros dos mecanismos de evasión analizados la conformidad también lleva al sujeto a una situación sin salida:

"La pérdida del yo y su sustitución por un seudoyó arroja al individuo a un intenso estado de inseguridad. Se siente obsesionado por las dudas, puesto que, siendo esencialmente un reflejo de lo que los otros esperan de él, ha perdido, en cierta medida, su identidad. Para superar el terror resultante de esa pérdida se ve obligado a la conformidad más estricta, a buscar su identidad en el reconocimiento y la incesante aprobación por parte de los demás. Puesto que él no sabe quién es, por lo menos los demás individuos lo sabrán... siempre que él obre de acuerdo con las expectativas de la gente; y si los demás lo saben, él también lo sabrá... tan sólo con que acepte el juicio de aquéllos."
E. Fromm; El miedo a la libertad; Paidos Contextos 2006 p. 213.

La conformidad automática es el mecanismo de evasión propio del hombre democrático que se encuentra en una extraña paradoja: es libre para hacer lo que quiere pero es incapaz de querer libremente. De la conformidad automática como mecanismo psicológico propio del ciudadano democrático trataremos en el siguiente post sobre "El miedo a la libertad".

Sé feliz


jueves, septiembre 11, 2008

Como un río en incesante fluir

 Reflexiona repetidamente sobre la rapidez de tránsito y alejamiento de los seres existentes y de los acontecimientos. Porque la sustancia es como un río en incesante fluir, las actividades están cambiando de continuo y las causas sufren innumerables alteraciones. Casi nada persiste y muy cerca está este abismo infinito del pasado y del futuro, en el que todo se desvanece. ¿Cómo, pues, no va a estar loco el que en estas circunstancias se enorgullece, se desespera o se queja en base a que sufrió alguna molestia cierto tiempo e incluso largo tiempo?


Marco Aurelio; Meditaciones; libro V párrafo 23

lunes, septiembre 08, 2008

El miedo a la libertad (i): La libertad como problema psicológico

El miedo a la libertad (1941) es una de las obras más influyentes y reconocidas del filósofo judío Erich Fromm (1900-1980). Fromm perteneció a la escuela de Frankfurt pero su interpretación heterodoxa del marxismo lo alejó del círculo. Su pensamiento es muy deudor del psicoanálisis al que intenta reconciliar con el marxismo elaborando una síntesis original con la que analizaría y criticaría tanto al capitalismo como al socialismo de Estado. Este es el primero de una serie de artículos en donde expondré los puntos más relevantes y sugerentes de la obra ya citada "El miedo a la libertad".

El proyecto del libro es analizar las causas psicológicas del fascismo y del capitalismo. La pregunta de Fromm es cómo es posible la emergencia de movimientos totalitarios que han sido amparados por las clases medias que encumbraron en otro tiempo a la democracia y que reclamaron cada vez mayor independencia de la Iglesia o de los señores feudales. Aunque ataca con dureza el fascismo también la democracia es objeto de una profunda crítica ya que la estructura psicológica que permite y sostiene el sistema capitalista no es, según Fromm, una estructura de la personalidad sana y espontánea como veremos en artículos próximos.

Para analizar el trasfondo psicológico de la democracia y del fascismo Fromm comienza haciendo una puntualización. La personalidad no es fruto casual del azar, la personalidad es, en buena medida, una creación social. El carácter del hombre medieval y del hombre moderno son fruto en gran parte del contexto sociológico en el que se encuentran; hoy en día, por ejemplo, el tópico del carácter mediterráneo, anglosajón o africano tiene relación con esta idea de Fromm de la fuerte relación entre personalidad y contexto sociológico. No obstante, la personalidad no es sólo fruto del contexto social sino que ella misma posee un dinamismo propio que la hace evolucionar y hace también que las estructuras sociales se adapten a ella. La relación de la personalidad y la sociedad es una relación fuerte pero compleja que tiene que ver más con la retroalimentación que con la dependencia ya que de igual modo que el ser humano tiene necesidades fisiológicas imperativas también posee necesidades psicológicas que la sociedad debe satisfacer (necesidad de relaciones sociales, de desarrollo personal, de seguridad...) para que la personalidad tipo permanezca sin variaciones. Como diversos factores, sobre todo de índole económica, varían la estructura de las sociedades, a veces abruptamente, las sociedades en ocasiones no pueden satisfacer las necesidades psicológicas de sus personalidades tipos por lo que estas personalidades sufren una reestructuración que acarreará en definitiva una reconstrucción de las mismas estructuras sociales.

Para explicar las fuertes relaciones entre sociedad y personalidad Fromm presentará el proceso de individuación como un proceso de adquisición de libertad que es entorpecido o enriquecido por el contexto social. El niño pequeño, según nuestro autor, al desarrollarse va adquiriendo independencia de los vínculos primarios: es capaz de andar sin que lo lleven en brazos, puede comer sólo o salir a la calle sin que sus padres vigilen de él. Pero esta libertad tiene un carácter ambiguo ya que libera al niño para hacer cosas pero también libera al niño de unos vínculos que le otorgaban seguridad y confianza. El niño que empieza a andar sólo pronto descubre que puede caerse y que ya su madre no está ahí para sostenerlo en brazos. Ante estos elementos "negativos" de la libertad el hombre puede huir de su propia libertad es decir de su propia personalidad para reintegrarse en un grupo mayor en donde sentirse seguro, este mecanismo de huida lo llama Fromm sumisión pues su finalidad es abandonar la propia personalidad y obedecer normas externas al propio individuo que espera, gracias a este procedimiento, un cierto apaciguamiento de su sensación de soledad. Pero del mismo modo que el bebé no puede volver al vientre materno el hombre no puede retornar a sus vínculos primarios, la sumisión es un retorno a ninguna parte ya que por un lado la seguridad primigenia del infante tiene que ser comprada a un altísimo precio: la renuncia a la personalidad; y, por otro lado, estos vínculos recompuestos artificialmente no son los mismos que amparaban al niño pequeño. La sumisión, al final, sólo genera hostilidad, rebeldía y una angustia mayor de la que quería evitar.

Sin embargo, a través de la relación espontánea con los otros hombres y con la naturaleza (amor y trabajo) el individuo sí puede desarrollarse independientemente y establecer nuevos lazos sociales sin renunciar a su propia personalidad. Esto sería relativamente fácil si el proceso natural del crecimiento del yo no se viera interrumpido por causas sociales de múltiple naturaleza; en esta situación el individuo en el proceso de autodesarrollo ve sus expectativas amputadas por condicionamientos extrapersonales y en esta situación es factible que caiga en algún mecanismo de evasión que le permita superar la frustración que le produce el conflicto insalvable entre su desarrollo y los límites sociales que se le imponen. En unas circunstancias en donde las condiciones económicas, sociales y políticas no ofrecen posibilidades a la autorrealización del individuo este se ve tentado a algún tipo de abandono de la libertad ya sea buscando la sumisión o una relación con los hombres y el mundo que le prometa darle certidumbre aún a precio de su propia libertad.

En el próximo artículo sobre este tema trataré los diferentes mecanismos de evasión de los que habla Fromm en su libro: el autoritarismo, la destructividad y la conformidad. Para terminar este post dejo un pequeño texto en donde Fromm analiza el relato bíblico del pecado original como búsqueda de la libertad y adquisición de independencia:

"Una imagen particularmente significativa de la relación fundamental entre el hombre y la libertad la ofrece el mito bíblico de la expulsión del hombre del Paraíso. El mito identifica el comienzo de la historia humana con un acto de elección, pero acentúa singularmente el carácter pecaminoso de ese primer acto libre y el sufrimiento que éste origina. Hombre y mujer viven en el Jardín edénico en completa armonía entre sí y con la naturaleza. Hay paz y no existe la necesidad de trabajar; tampoco la de elegir entre alternativas; no hay libertad, ni tampoco pensamiento. Le está prohibido al hombre comer del árbol del conocimiento del bien y del mal: pero obra contra la orden divina, rompe y supera el estado de armonía con la naturaleza de la que forma parte sin trascenderla. Desde el punto de vista de la Iglesia, que representa a la autoridad, este hecho constituye fundamentalmente un pecado. Pero desde el punto de vista del hombre se trata del comienzo de la libertad humana. Obrar contra las órdenes de Dios significa liberarse de la coerción, emerger de la existencia inconsciente de la vida prehumana para elevarse hacia el nivel humano. Obrar contra el mandamiento de la autoridad, cometer un pecado, es, en su aspecto positivo humano, el primer acto de libertad, es decir, el primer acto humano. Según el mito, el pecado, en su aspecto formal, está representado por un acto contrario al mandamiento divino, y en su aspecto material por haber comido del árbol del conocimiento. El acto de desobediencia, como acto de libertad, es el comienzo de la razón. El mito se refiere a otras consecuencias del primer acto de libertad. Se rompe la armonía entre el hombre y la naturaleza. Dios proclama la guerra entre el hombre y la mujer, entre la naturaleza y el hombre. Este se ha separado de la naturaleza, ha dado el primer paso hacia su humanización al transformarse en "individuo". Ha realizado el primer acto de libertad. El mito subraya el sufrimiento que de ello resulta. Al trascender la naturaleza, al enajenarse de ella y de otro ser humano, el hombre se halla desnudo y avergonzado. Está solo y libre y, sin embargo, medroso e impotente. La libertad recién conquistada aparece como una maldición; se ha libertado de los dulces lazos del Paraíso, pero no es libre para gobernarse a sí mismo, para realizar su individualidad."

E. Fromm; El miedo a la libertad; Paidos Contextos 2006 pp. 56-57

Sé feliz

De nuevo aquí... ¡por fin!

"... encima nos pagan"
Cesar Alierta, presidente de Timofónica [fuente]


Otro nuevo año de blog que empieza, algo tarde pero empieza. No quiero aburrir a nadie con mis cuitas pero debería haber comenzado a publicar el lunes 1 de Septiembre pasado, Timofónica lo impidió y me ha tenido dos semanas sin acceso a la red por "problemas técnicos". Ha sido una experiencia desagradable pero útil, ha sido útil porque es bueno recordar que aunque estemos en el siglo XXI y en Europa España sigue siendo una región más cercana al tercer mundo de lo que muchos nos imaginamos, gracias Timofónica por esta cura de humildad. Por supuesto ya me he cambiado de compañía, no creo que sirva de mucho, Spain is diffent, pero bueno.


En fin, gracias a todos los lectores del blog si habéis leído hasta aquí, seguiré intentando publicar dos o tres post semanales manteniendo una calidad acorde con mis posibilidades (sean las que sean). Espero que tú también tengas un buen curso este año.

Sé feliz