jueves, junio 26, 2008

Vosotros sois los terroristas

Cansado estoy ya de escuchar la propaganda de los que detentan el poder de aquellos que esta tarde se encargarán de henchir nuestro orgullo patrio con el espectáculo de 22 millonarios pateando una pelota. Cansado también de su discurso maniqueo de buenos y malos, de terroristas y de héroes defensores de la libertad.

La violencia generalmente indiscriminada de los terroristas de cualquier cuño, comunista, nacionalistas, islamista o fascista, es repugnante pero incomparablemente menor que la violencia discriminatoria que usan los Estados y las estructuras de poder desde que las conocemos como tales. Menos cuentos. Son como lobos que quieren hacernos creer que las pezuñas de las ovejas son todo un peligro para la convivencia que ellos llaman democrática, es decir, la convivencia pacífica en donde el lobo se come a la oveja, el pez gordo al chico y el primer mundo al tercero.

Aquí va un vídeo en blanco y negro de la I Guerra Mundial, matanza organizada por reyes, emperadores, presidentes y demócratas. Vidas anónimas de campesinos, recaderos, pianistas o pintores de brocha gorda arruinadas por los defensores del bien y de la libertad. El vídeo está en blanco y negro y habla de una guerra que ocurrió hace casi 90 años pero no nos engañemos, todos sabemos de lo que estamos hablando...





martes, junio 24, 2008

Luciano de Samósata, antifilósofo

Primero leí los diálogos de Luciano, de los dioses, de los muertos, marinos y de las cortesanas, para continuar con una recopilación de sus obras en prosa iniciadoras de la novela. Luciano es un sirio que escribe en griego en el Imperio Romano, un personaje que nos recuerda el cosmopolita desarraigado, ciudadano del mundo del siglo XXI. No seré yo el que lo descubra: casi dos milenios nos separan de Luciano y su cercanía es asombrosa: su escepticismo hacia la religión, la política, los afanes humanos y su proclamado cinismo vital y filosófico (los únicos filósofos bien parados en sus obras son los cínicos Diógenes y Menipo) nos resultan más que familiares.

Sus obras de aventuras disparatadas, como “Relatos verídicos” que cuenta el primer viaje a la Luna desde Occidente, se asemejan mucho a los relatos de ciencia ficción, de humor o de aventuras actuales que pretenden antes divertir que enseñar. Sus obras ficticias retratan con inmisericorde realismo una sociedad rica en costumbres, prejuicios, supersticiones y poder que vuelve a traernos a la mente, una vez más, el mundo occidental de hoy.

Las valiosas y divertidas obras de Luciano vienen a mostrar que la antigua idea de que la cultura griega tuvo su esplendor literario y filosófico en los siglos V y IV a. C y que todo lo que sigue son obras de epígonos menores o notas a pie de página a los “verdaderos autores” es un prejuicio de rancios manuales de literatura que no se puede seguir sosteniendo.

Quizás lo más relevante para mi sea la inquina que muestra Luciano hacia los filósofos a los que representa engreídos, ignorantes y avaros, cuando no, directamente, pervertidos; no creo posible la filosofía sin cierto descaro, sin cierto reírse de sí misma y de su aparente gravedad; Luciano tira de la manta y muestra a los filósofos y sus escuelas como grupillos heterogéneos de pedantes sectarios, Luciano, en cierto modo, actúa como un hiperfilósofo que ya no solo critica a la sociedad, a las costumbres o a los gobernantes sino que también critica a la filosofía misma, una crítica que también formuló Nietzsche o Schopenhauer y que también tiene una rotunda actualidad.

Dejo un divertido texto del Icaromenipo que no deja, filosóficamente hablando, títere con cabeza:

“La causa de convocaros me la ha dado el huésped que vino ayer. Hace tiempo que deseaba que tratáramos acerca de los filósofos, pero ahora, movido sobre todo por la Luna y sus lamentos, he determinado no diferir más la discusión.

Es un linaje que ha llegado al mundo no hace mucho, perezoso, pendenciero, altivo, irascible, glotón, fatuo, lleno de humo y soberbia, un inútil peso de la tierra en palabras de Homero. Divididos en escuelas maquinan diversos laberintos verbales y se llaman “estoicos”, “académicos”, “epicúreos”, “peripatéticos” y nombres mucho más de reír. Se endosan el venerable nombre de la “virtud”, alzan las cejas, arrugan las frentes, se dejan crecer las barbas y dan vueltas ocultando con sus falsos disfraces sus rastreras costumbres, parecidos más que nada a los actores de la tragedia: si se les quitan las máscaras y la túnica bordada en oro quedaría un hombrecillo ridículo que cobra la función a siete dracmas.
Siendo ésta su calaña, desprecian a todos los hombres y cuentan cosas peregrinas sobre los dioses. Reúnen a jóvenes fáciles de engañar, ponen en escena la muy sonada “virtud” y enseñan sus argucias verbales. Ante sus discípulos celebran sin cesar la continencia, la templanza, la autosuficiencia, y rechazan el dinero y el placer, pero cuando se quedan solos… ¿qué podría describir todo lo que comen, los placeres de la carne a que se dan o cómo limpian a lametazos hasta la mugre de los óbolos?
Y lo más grave es que no haciendo nada provechoso ni en público ni en privado y siendo inútiles y superfluos y no figurando nunca ni en la guerra ni en la asamblea, acusan a los demás con provisión de palabras amargas, maquinan nuevas injurias, reprochan y calumnian al prójimo. De ellos parece llevarse la palma el que grite más alto y sea más desvergonzado y atrevido a la hora de difamar. Y si se preguntara al que con tanto tesón grita y acusa a los demás: “Y tú, ¿a qué te dedicas? ¿Qué provecho diremos, en nombre de los dioses, que traes tú a la vida?”, respondería, si quisiera decir la verdad: “Navegar, labrar la tierra, ir a la guerra o practicar un oficio me parece enteramente superfluo: yo me dedico a graznar, a ir polvoriento, a bañarme en agua fría y a pasear descalzo en invierno, a llevar un manto asqueroso y, como Momo, a calumniar lo que hacen los demás. Si algún vecino ha comprado suntuosas viandas o tiene una amiga, me pongo a chismorrear y me indigno. Pero si un amigo o compañero yace enfermo, necesitado de atención y cuidado, lo ignoro.”

Luciano de Samósata; Relatos fantásticos; Alianza Editorial 1998 pp.111-112



Sé feliz

jueves, junio 19, 2008

La percepción reductora

¿Qué es lo que vemos? ¿La realidad? ¿Nuestros sentidos nos muestran el mundo o más bien nos lo ocultan? Tras mis lecturas de Blake, Yeats, Castaneda o Schopenhauer me he llegado a plantear profundamente cuál es la naturaleza de nuestro mundo perceptivo y que tiene que ver con el mundo en sí, en el caso de que tenga que ver algo ¿qué diferencia existe entre lo real y lo imaginario? ¿hay algo más allá de la dicotomía realidad-apariencia, eso que llamamos lo imaginal?

El problema es irresoluble pero insoslayable... Este texto de Huxley que debemos comprender en el contexto pre psicodélico plantea de una manera original y sencilla la cuestión de la percepción y su naturaleza, la relación de lo que percibimos y lo que es. Creo que es un texto bastante sugerente:

Al reflexionar sobre mi experiencia, me sentí de acuerdo con el eminente Filósofo de Cambridge, el doctor C . D. Broad en que "haríamos bien en considerar con más seriedad que hasta ahora el tipo de teoría que Bergson presentó en relación con la memoria y la percepción de los sentidos". Según estas ideas la función del cerebro, el sistema nervioso y los órganos sensoriales es principalmente eliminativa, no productiva. Cada persona, en cada momento, es capaz de recordar cuanto le ha sucedido y de percibir cuanto está sucediendo en cualquier parte del universo. La función del cerebro y del sistema nervioso es protegernos, impedir que quedemos abrumados y confundidos, por esta masa de conocimientos en gran parte inútiles y sin importancia, dejando fuera la mayor parte de lo que de otro modo percibiríamos o recordaríamos en cualquier momento y admitiendo únicamente la muy reducida y especial selección que tiene probabilidades de sernos prácticamente útil. Conforme a esta teoría, cada uno de nosotros es potencialmente Inteligencia Libre. Pero, en la medida en que somos animales, lo que nos importa es sobrevivir a toda costa. Para que la supervivencia biológica sea posible, la Inteligencia Libre tiene que ser regulada mediante la válvula reductora del cerebro y del sistema nervioso. Lo que sale por el otro extremo del conducto es un insignificante hilillo de esta clase de conciencia que nos ayudará a seguir con vida en la superficie de este planeta determinado. Para formular y expresar el contenido de este reducido conocimiento, el hombre ha inventado e incesantemente elaborado esos sistemas de símbolos y filosofías implícitas que denominamos lenguajes. Cada individuo se convierte, enseguida en el beneficiario y la víctima de la tradición lingüística en la que ha nacido: el beneficiario en cuanto el lenguaje procura acceso a las acumuladas constancias de la experiencia ajena y la víctima en cuanto le confirma en la creencia de que ese reducido conocimiento es el único conocimiento y en cuanto deja hechizado su sentido de la realidad de forma que cada cual se inclina demasiado a tomar sus conceptos por datos y sus palabras por cosas reales. Lo que, en el lenguaje de la religión, se llama "este mundo" es el universo del conocimiento reducido, expresado y, por decirlo así, petrificado por el lenguaje. Los diversos "otros mundos" con los que los seres humanos entran de modo errátil en contacto, son otros tantos elementos de la totalidad del conocimiento perteneciente a la Inteligencia Libre. La mayoría de las personas solo llegan a conocer, la mayor parte del tiempo, lo que pasa por la válvula reductora y está consagrado como genuinamente real por el lenguaje del lugar. Sin embargo, ciertas personas parecen nacidas con una especie de válvula adicional que permite trampear a la reductora. Hay otras personas que adquieren transitoriamente el mismo poder, sea espontáneamente, sea como resultado de deliberados "ejercicios espirituales", de la hipnosis o de las drogas. Gracias a estas válvulas auxiliares permanentes o transitorias, discurre, no, desde luego, la percepción de "cuanto está sucediendo en todas las partes del universo" pues la válvula auxiliar no suprime a la reductora que sigue excluyendo el contenido total de la Inteligencia Libre, sino algo más -y sobre todo algo diferente del material utilitario-; cuidadosamente seleccionado, que nuestras limitadas inteligencias individuales consideran como un cuadro completo, o por lo menos suficiente, de la realidad.

Aldous Huxley; Las puertas de la percepción; Editorial Edhasa, traductor: Miguel de Hernani


Sé feliz

martes, junio 17, 2008

¿Estamos al final de los metarrelatos?


La muerte de los metarrelatos es una idea recurrente en la reflexión sociológica desde los finales de los 70 inicios de los 80. Según esta idea todos los relatos totalizantes sobre la historia y el sentido del hombre en ella han muerto. El comunismo o el fascismo son ejemplos de metarrelatos: la historia progresa hasta el advenimiento de un sistema social justo que dota de sentido a todos los miembros de la colectividad. El metarrelato no sólo es un proyecto político sino también ético ya que propone un modo de situarse en el mundo social, un ethos característico que le es propio. El final de los movimientos totalitarios y la secularización de la sociedad moderna llevarían aparejados el final de estos metarrelatos, de estos mitos históricos portadores de sentido y supuestamente liberadores. Esta época escéptica sobre la capacidad liberadora del futuro se llama posmodernidad o hipermodernidad según Lipovetsky ( ¿para cuando la megamodernidad?).

¿Pero esto es realmente así? ¿Tiene algún viso de verosimilitud? A mi juicio ninguno, es un análisis superficial y muy parcial de la realidad contemporánea; sólo desdeñando el grueso de los datos que nos llegan por los medios o simplificándolos hasta la caricatura podemos sustentar el diagnóstico posmoderno de "la muerte de los metarrelatos".

En primer lugar, los metarrelatos tienen plena vigencia en muchos países no occidentales, metarrelatos de tinte religioso y de tinte político. China, con sus más de 1.300 millones de habitantes, vive bajo la égida del metarrelato comunista; Irán, los países del Golfo y otros muchos del mundo islámico viven creyendo en el poder redentor del Islam; otros países como Venezuela se embarcan ahora en un metarrelato redencionista y liberador, el metarrelato bolivariano. Por último, podemos preguntarnos hasta que punto los Estados Unidos no vive, también, inmerso en un metarrelato maniqueo en donde el país americano encarna los principios de la Libertad, Democracia y Justicia, metarrelato que cuenta, incluso, con su buena dosis de religiosidad, al menos en su vertiente republicana y con mucha violencia para hacerse valer.

Incluso en Europa la consigna de la Democracia como sistema político cuasi acabado se repite sin miramientos a diestro y siniestro y es un contenido inculcado a los niños en las escuelas. ¿Realmente acabaron los metarrelatos? Probablemente el supuesto fin de los metarrelatos que anuncian los pos-hiper-mega-modernos no sea más que el diagnóstico del propio desencanto de la intelectualidad europea hacia los antiguos regímenes comunistas del Este y las actuales democracias burguesas. Para el grueso de la población europea y para la inmensa mayoría de la población mundial los metarrelatos ya sean de corte redencionistas (v. gr. comunismo o islam) o burocráticos (democracia) tienen en la actualidad plena vigencia. Y lo peor de todo es que además sus métodos totalitarios de imposición siguen igualmente vigentes; basta ver la actual ocupación de Palestina o Irak, el terrorismo islamista, el conflicto vasco, etc. Es difícil saber de que hablan los hipermodernos cuando se refieren al fin de los metarrelatos, en la vida real ese final no es tal y ni tan siquiera probable a corto plazo. Por esta razón me inclino a ver en este fantasmagórico final de los metarrelatos un autoanálisis de la ideología de la inteligentzia europea antes que un efectivo análisis sociológico de lo que ocurre en el mundo.

Otro tema central muy típico de la posmodernidad ha sido la pluralidad y la pérdida de valores; según los posmodernos la época actual se caracteriza por la pluralidad de discursos en su seno y por una pérdida de valores de referencia generalizada. Sin embargo no puedo evitar recordar que desde Hesíodo, que sepamos, estamos con la monserga de la "pérdida de valores", la decadencia de la juventud, etc. Por otra parte, esa pluralidad del mundo actual no es más que una apariencia de pluralidad. Los medios de comunicación occidentales disienten en los temas accesorios dejando como evidentes ciertos dogmas democráticos por todos evidentes; las críticas al sistema son superficiales y además intrascendentes toda vez que no tienen el poder de movilizar a la población ni de transformar el sistema. La cultura de la frivolidad de la que hablan los hiper-posmodernos es frívola en los temas que el status quo le permite ser frívola pero los dogmas democráticos son indubitables e incontrovertibles. Existe pluralidad a un nivel teórico pero en la praxis los medios de comunicación reducen todo pensamiento realmente disidente a una anécdota o lo encasillan con el rótulo de "antidemocrático", rótulo bajo el que caen desde terroristas o extremistas políticos a gente que cree que tienen derecho a una vivienda digna y actúan en consecuencia.

En definitiva el análisis pos-hiper-mega-plus moderno no es más que una ficción sociológica para el entretenimiento narcisistas de la nueva clase bienpensante, los intelectuales del sistema... nada más.

Sé feliz

jueves, junio 12, 2008

Ética protestante y el espíritu del capitalismo


El libro "Ética protestante y el espíritu del capitalismo"(1904-1905) es junto con sus conferencias "El político y el científico" la obra más conocida de Max Weber. A pesar de los años trascurridos desde su publicación las ideas expresadas por Weber sobre el espiritu capitalista y su origen en el protestantismo son aún hoy objeto de controversia.

Weber constata que la religión protestante es la predominante entre las clases capitalistas alemanas. Siendo la diferencia entre capitalistas protestantes y capitalistas católicos enorme Weber llega a la conclusión de que la ideología protestante promueve de un modo u otro la construcción del capitalismo.

¿Pero qué es el espíritu del capitalismo? cabe preguntarse. La ética del capitalismo plantea que el fin supremo de nuestra vida es la adquisición de riquezas por ellas mismas, la búsqueda del enriquecimiento no es visto como un medio para un fin; el empresario capitalista no busca enriquecerse para retirarse sino que busca el enriquecimiento por sí mismo. El goce, el descanso o el retiro no son los objetivos de la mentalidad capitalista aunque sí puede ser el fin de los miembros de las economías capitalistas poco integrados en el sistema.

"[...] el summum bonum de esta "ética" estriba en la persecución continua de más y más dinero, procurando evitar cualquier goce inmoderado, carece de toda mira utilitaria o eudemonista, tan puramente ideado como fin en sí, que se manifiesta siempre como algo de absoluta trascendencia e inclusive irracional ante la "dicha" o el rendimiento del hombre en particular. El beneficio no es un medio del cual deba valerse el hombre para satisfacer materialmente aquello que le es de suma necesidad, sino aquello que él debe conseguir, pues esta es la meta de su vida."

(op. cit. capítulo "El espíritu del capitalismo")

El capitalismo actúa como un orden extraordinario en el que el individuo queda atrapado inexorablemente, el empresario que no se amolde a la ética capitalista está abocado a desaparecer.

Sin embargo no hay que confundir la sempiterna "auri sacra fames", la simple avaricia con el capitalismo pues, frente al deseo inmoderado de conseguir dinero de cualquier modo el capitalismo admite que no todo vale. El fin es la acumulación de beneficios por ellos mismos pero esta acumulación de beneficios debe realizarse de manera respetuosa con las normas del juego económico. La estafa, la malversación, el desfalco o el nepotismo no son comportamientos aceptables dentro de la economía capitalista, de hecho la persecución de la corrupción económica en las sociedades capitalistas es un hito casi sin precedentes en la historia de la humanidad. A diferencia de la simple ansia de dinero el capitalismo acepta unas reglas precisas y más o menos inquebrantables para el juego económico.

El capitalismo ha estado muchas veces a punto de instaurarse, en la Antigüedad mediterránea o en Oriente, pero siempre chocó con la mentalidad "tradicionalista" según la cual un hombre trabaja con el propósito de vivir o, como mucho, de vivir bien. Muchos mercaderes hacían un capital que usaban para acceder a la nobleza o para vivir de las rentas, esto rompía la dinámica capitalista de buscar más y más riquezas e invertir los beneficios en obtener más beneficios. En pugna con la mentalidad natural según la cual la riqueza es un medio y no un fin en si misma el capitalismo tuvo difícil imponerse como mentalidad predominante. Entonces ¿cómo llegó a surgir el capitalismo si se oponía al secular tradicionalismo?

El catolicismo que consideraba este mundo manchado por el pecado original se amoldaba perfectamente a la mentalidad tradicionalista, los retiros monásticos son un ejemplo de esto: la verdadera vida es la vida contemplativa, alejada del trasiego del mundo. Con Lutero la visión del trabajo cambió en el cristianismo y se transformó en una manifestación palpable del amor al prójimo, ante Dios toda profesión tiene el mismo valor. Lo propio de la Reforma fue acentuar el valor ético del trabajo como profesión. Pero en Lutero aún sigue vivo el espíritu del tradicionalismo ya que la asunción de la profesión era algo que el hombre debía realizar como una misión impuesta por Dios; lo único novedoso fue la desaparición de los llamados "deberes ascéticos" (superiores a los "deberes con el mundo") y el fin de la conformidad con la situación asignada a cada cual en la vida social o profesional. El verdadero punto de inflexión que permitió la instauración del capitalismo fue el nacimiento del calvinismo:

"El trabajo social del calvinista en el mundo se hace únicamente in majorem Dei gloriam. Y exactamente lo mismo ocurre con la ética profesional, que está al servicio de la vida terrenal de la colectividad. Ya en Lutero vimos derivar el trabajo profesional especializado del "amor al prójimo". Pero lo que en él era atisbo inseguro y pura construcción mental, constituye en los calvinistas un elemento característico de su sistema ético. Como el "amor al prójimo" sólo puede existir para servir a la gloria de Dios y no a la de la criatura, su primera manifestación es el cumplimiento de las tareas profesionales impuestas por la lex naturae, con un carácter específicamente objetivo e impersonal: como un servicio para dar estructura racionalizada al cosmos que nos rodea. Pues la estructura y organización (pletóricas de maravillosa finalidad) de este cosmos, que según la revelación de la Biblia y el juicio natural de los hombres parece enderezada al servicio de la "utilidad" del género humano, permite reconocer este trabajo al servicio de la impersonal utilidad social como propulsor de la gloria de Dios y, por tanto, como querido por El."

(op. cit. capítulo "Los fundamentos religiosos del ascetismo laico")

El calvinismo cree en la predestinación de la salvación. El hombre no puede hacer nada para salvarse, no es nada comparado con Dios; es el mismo Dios el que otorga la gracia a los elegidos. Mientras el católico puede obtener el perdón de sus pecados en la confesión y el luterano podía reparar con buenas obras los actos de debilidad, el calvinista no podía hacer nada para obtener la gracia de Dios ya que provenía de Dios mismo y nada podía hacer el hombre. Sin embargo había un signo que delataba a los elegidos por Dios: su pureza moral que se extiende a todos los actos de su vida, hasta el más nimio. Este puritanismo moral llevado al ámbito profesional hizo que el cumplimiento del deber del trabajo por sí mismo, rehuyendo el descanso en la riqueza y la ostentación fueran signos de la gracia divina. El afanoso puritano calvinista llevaba una vida éticamente planificada y metodizada en todos los ámbitos de su existencia para buscar en este cumplimiento de la norma la seguridad de haber obtenido la gracia. Este afán puritano en el trabajo, tan alejado de la natural mentalidad tradicionalista, fue la que permitió el surgimiento del capitalismo en los Países Bajos y Centro Europa donde predominaba la población puritana.

Al final, como era de esperar, las riquezas acumuladas pervirtieron el espíritu puritano y lo fueron debilitando hasta incluso el secularismo laico no obstante, como dice Weber "el capitalismo victorioso no necesita ya de este apoyo religioso, puesto que descansa en fundamentos mecánicos". En otras palabras, una vez que se asentó el capitalismo tomó vida propia creando necesidades y construyendo los medios para su perpetuación sin necesidad de que la ideología puritana lo siguiese sustentando.

Artículo relacionado: La sociedad industrial y su futuro.

Sé feliz

martes, junio 10, 2008

Cita con Rama


Mi primer acercamiento a la obra de Arthur Clarke fue bastante fallido de mano de “2001 una odisea en el espacio” pero la reciente muerte del autor y los comentarios elogiosos sobre dos de sus libros me han animado y me he vuelto a acercar a la literatura de ciencia ficción que tantas tarde ocupó de mi adolescencia.

El libro “Cita con Rama” no es una obra filosófica ni explora los entresijos de la naturaleza humana ni nada por el estilo, pertenece a ese tipo de libros que están hechos para hipnotizar la atención del lector y estimular su imaginación; sobra decir que consigue ambos objetivos sobradamente.

A mediados del siglo XXII un asteroide aparece en los telescopios de la Tierra, parece que se acerca a una velocidad y con unas propiedades inusitadas. Miles de hipótesis se construyen para encontrar una explicación y se le da un nombre: Rama. El nuevo asteroide, de cincuenta kilómetros de largo y veinte de alto, guarda una sorpresa: es una inmensa nave espacial que rota sobre sí misma para crear dentro de ella la sensación de gravedad. A partir del momento en que se descubre que Rama es una construcción artificial la acción se precipita vertiginosamente: dentro de Rama el comandante Norton inicia la exploración de la nave alienígena; y en la Luna y Mercurio tiene lugar la toma de decisiones arriesgadas y los debates burocráticos sobre como actuar en relación a la nave extrasolar.

El miedo a lo desconocido, el afán de descubrir algo nuevo o los peligros constantes son los hilos conductores de esta extraordinaria novela de ciencia ficción que recrea una sociedad y unas situaciones insospechadas a la vez que perfectamente creíbles.

Recomendable para aquellos aficionados a la ciencia ficción, la aventura o la literatura formalmente poco exigente pero nutritiva para la imaginación.

Sé feliz

viernes, junio 06, 2008

Análisis crítico de La Sociedad Industrial y su Futuro

En septiembre de 1995 el panfleto "La sociedad industrial y su futuro" de Theodore Kaczynski (Unabomber) fue publicado en los dos periódicos más importantes de EEUU el Washington Post y el New York Times. En este pequeño ensayo el antiguo profesor de la Universidad de California desarrolla un conjunto de ideas críticas sobre el sistema industrial en el que vivimos. En este artículo expondré sus ideas más sugerentes.

Kaczynski empieza sus reflexiones analizando la psicología de lo que él llama el izquierdismo moderno. Aunque su análisis del izquierdismo es, a mi juicio, muy acertado y punzante no me voy a detener mucho en él. Para Kaczynski, resumiendo, el izquierdismo, los movimientos pro minorías o alternativos parten del presupuesto de que la sociedad industrial puede ser buena e igualitaria por lo que es necesario reformarla para integrar a los elementos aún ajenos a sus beneficios (minorías étnicas marginadas o países preindustrializados por ejemplo). Kaczynski se detiene en analizar este fenómeno del izquierdismo porque quiere dejar claro que su propuesta no es una propuesta izquierdista por dos razones; en primer lugar el izquierdismo es colectivista, siempre cercano a movimientos de masas, Kaczynski se declara individualista, es el individuo el que debe tomar el control de sus propias decisiones y no ningún grupo social jerarquizado. En segundo lugar, el izquierdismo parte, como ya he comentado, del presupuesto de que la sociedad industrial es buena en esencia y que los elementos marginados deben integrarse en ella para disfrutar de sus dones pero Kaczynski considera que al contrario la sociedad industrial y sus consecuencias "han sido un desastre para la raza humana". Mientras que el izquierdismo pretende incrementar el poder del sistema industrial integrando a los parias del sistema Kaczynski propone lo contrario: destruir el sistema industrial.

Aunque el autor no abunda mucho en esta idea lo cierto es que aún hoy en día la tarea de "llevar la civilización" a los marginados es parte importante de los sistemas ideológicos occidentales. La idea de que el progreso industrial y tecnológico es bueno y debe ser extendido por todo el planeta es una idea en la que nos encontramos viviendo la mayoría de nosotros sin que nos demos cuenta y quizás es una idea muy parecida a la que tenía el hombre europeo alto medieval cuando consideraba que tenía el deber de llevar la fe verdadera a los salvajes del mundo. Pero ¿verdaderamente el progreso industrial es positivo? ¿hemos medido las consecuencias de este progreso en nosotros mismos para estar seguro de que es un valor absoluto que debe predicarse hasta el último confín del planeta? Depresión, suicidio, incomunicabilidad... son cientos las lacras que azotan al "Mundo Civilizado" y que son prácticamente desconocidas en las culturas llamadas salvajes ¿realmente estamos nosotros en el lado del progreso? Hoy en día, demasiado tarde ya, se escuchan voces que intentan preservar las últimas culturas aborígenes, que intentan proteger unas culturas con sistemas de valores diferentes a los nuestros pero mucho me temo que estas culturas primitivas acabarán sucumbiendo ante el empuje de la sociedad industrial o se convertirán, a lo sumo, en imitaciones de las reservas de "Un mundo feliz".

vídeo de unos que no saben lo que les viene encima:






En las sociedades industrializadas, continúa Kaczynski, cualquier persona ve satisfechas todas sus necesidades básicas, la sociedad cuidará al individuo desde la cuna hasta la sepultura y le proveerá de medios para su subsistencia, sólo debe cumplir un requisito: ser obediente. Si eres obediente el sistema industrial te garantizará un trabajo, o en su defecto un subsidio, con el que tendrás cubiertas las necesidades básicas e incluso te podrás permitir pequeños lujos (móvil de última generación, internet banda ancha, coche costoso...) pero no podrá satisfacer tu necesidad real de autonomía aunque se te oferten mil y una actividades sustitutorias para simular esa autonomía. La obediencia al jefe de la empresa, al profesor, al policía, al funcionario y a las macro directrices del sistema político de turno es condición sine qua non para que el individuo pueda medrar dentro del sistema industrial. Esta jerarquización totalizante del sistema industrial tiene una razón de ser lógica: el sistema industrial se funda en la ideología de "fabricación en serie": cada cual tiene que ocupar su sitio en la cadena de montaje si queremos que la cosa funcione. El consumo racionalizado es la contrapartida de la fabricación racionalizada, el papel que juegue el individuo en esta cadena de producción-distribución-consumo no es relevante para el sistema, lo relevante es que ocupe la posición que ocupe no se salga de ella, en eso se basa la racionalidad del sistema. La pérdida de autonomía del hombre industrial lo aboca a una situación no natural, la sumisión continua y la pérdida absoluta del control de su vida. Esta pérdida de autonomía genera en el hombre industrial trastornos de comportamiento como los enunciados más arriba, en definitiva, se siente perdido, un elemento pasivo de una infinidad de cambios que le son impuestos desde fuera. Kaczynski reconoce que no todas las personas se encuentran en esta situación, una minoría se adapta al sistema industrial perfectamente sin echar en falta la autonomía perdida pero la inmensa mayoría de la población es víctima de sentimientos de frustración e impotencia.

"Es cierto que el hombre primitivo era impotente ante algunas de las cosas que le amenazaban; la enfermedad por ejemplo. Pero podían aceptar el riesgo de la enfermedad estoicamente. Es parte de la naturaleza de las cosas, no es culpa de uno, a no ser que sea la culpa de algo imaginario, un demonio impersonal. Pero los temores de la persona moderna tienden a estar hechos por el hombre. Ya no son el resultado del azar, son imposiciones de otras personas, en cuyas decisiones, como individuo es incapaz de influir. Consecuentemente se siente frustrado, humillado y furioso"
(op. cit. párrafo 69)

El sistema industrial es tremendamente permisivo con todo aquello que no lo ponga en peligro. El sistema industrial muestra bastante tolerancia con nuestra orientación o prácticas sexuales de sus súbditos, nuestra filiación política o religiosa, nuestros hábitos personales etc. lo que no tolera el sistema industrial son conductas que lo perjudiquen: la violencia descontrolada genera inseguridad y pone en peligro el sistema y, por lo tanto, debe ser perseguida; si tus lazos afectivos son tan fuertes que no puedes pasarte trabajando lo que exige la productividad debes elegir entre tu trabajo o tu familia; puedes consumir drogas siempre que el consumo no afecte a tu productividad; todas tus aficiones serán permitidas siempre que no te roben tiempo de trabajo, etc. La libertad que nos permite el sistema industrial es ficticia toda vez que el sistema controla lo más importante: nuestra autonomía. Libertad significa, según Kaczynski, tener el control de los problemas de la vida de uno mismo tanto como persona como siendo miembro de un grupo pequeño. Si alguien tiene poder sobre nosotros no somos libres por muy permisivo e incluso benévolo que sea el que tenga el control.

Como la falta de autonomía genera un sentimiento de frustración en la mayoría de la población y el sistema, a su vez, busca su autoperpetuación teniendo unas necesidades tecnológicas que satisfacer, los individuos deben ser adaptados al sistema industrial. Que el sistema industrial amolde al individuo a no se debe a ninguna razón ideológica sino más bien a las propias necesidades tecnológicas que tiene el sistema industrial para autoperpetuarse, gracias a esto encontramos modos de vida similares en la China comunista, en las monarquías islamistas del Golfo Pérsico o en un país democrático de Europa. En los países en los que el sistema industrial está asentado los modos de vida son casi idénticos ya que las necesidades del sistema de producción industrial son iguales aquí que en cualquier rincón del mundo, el amoldamiento de la población a las necesidades del sistema es un hecho a nivel mundial. Todo sistema de dominación ha hecho lo mismo que el sistema industrial: amoldar a la masa a sus necesidades por múltiples medios: propaganda, religión, violencia, etc. pero cuando la presión del sistema sobre el individuo se hacía excesiva el pueblo tomaba las armas y el sistema de poder quedaba destruido. El problema con el sistema industrial es que puede amoldar al individuo modificándolo: se usan antidepresivos para ahuyentar los sentimientos de frustración; la educación desde edades cada vez más tempranas convierten al individuo en una máquina de obediencia; un futuro terrible se cierne sobre nosotros si pensamos en las temibles posibilidades que dará al sistema industrial el uso de la manipulación genética... Mientras que los otros sistemas de dominio sobre el hombre tenían unos límites bien definidos el sistema industrial podrá ensanchar esos límites hasta convertirnos en sus engranajes domesticados al modo de los eloi de "La maquina del tiempo".

Otro peligro de la situación actual es que el avance tecnológico es una fuerza mucho más fuerte que la lucha por la libertad. El avance tecnológico produce beneficios evidentes que merman nuestra autonomía casi sin que nos demos cuenta, la lucha por la libertad es algo abstracto que difícilmente puede movilizar a las grandes masas.

"Mientras el progreso tecnológico como totalidad continuamente estrecha nuestra esfera de libertad, cada nuevo avance técnico considerado en sí mismo parece deseable. Electricidad, fontanería interior, comunicaciones rápidas de larga distancia... ¿cómo alguien podría argumentar contra cualquiera de estas cosas, o contra cualquier otro de los innumerables avances técnicos que ha hecho la sociedad moderna? Hubiera sido absurdo resistir la introducción del teléfono, por ejemplo. Ofrece muchas ventajas y ninguna desventaja. Sin embargo tal y como explicamos en los párrafos 59-76, todos estos avances técnicos tomados juntos han creado un mundo en el cual la suerte del hombre medio ya no está en sus propias manos o en las de sus vecinos y amigos, sino en la de los políticos, ejecutivos de corporaciones y remotos y anónimos técnicos y burócratas en los que no tiene poder para influir"
(op. cit. párrafo 128)

Otra razón por la que el avance tecnológico es una fuerza tan poderosa es que camina en una sola dirección y nunca retrocede. La gente se vuelve dependiente de cada innovación técnica nueva, a menos que haya otra innovación más avanzada que la reemplace; de este modo el sistema se va tecnologizando cada vez más.

En esta situación la lucha por la libertad se vuelve casi una tarea imposible, casi nadie percibe la merma en autonomía que supone el uso de la tecnología pero todos percibimos las comodidades que nos reporta. Sin embargo, hay esperanzas, el sistema industrial se está empezando a enfrentar y se enfrentará con mayor virulencia en el futuro con ciertos problemas que amenazan su supervivencia, sobre todo el problema del control del comportamiento humano. Aún el sistema industrial no tiene una capacidad de controlar el comportamiento de la población aunque la manipulación genética y el uso de las drogas (piénsese en el uso de drogas para "tratar" a niños hiperactivos) darán muy pronto al sistema la capacidad de manipular la conducta humana totalmente. Antes de que esto se produzca surgirán graves conflictos dentro del sistema industrial, una gran parte de la población se verá violentada por el sistema más allá de la que considerarán aceptable y, entonces, el conflicto social tendrá lugar. En este momento el sistema industrial estará debilitado y los grupos concienciados deberán destruirlo. No cabe reforma del sistema industrial ya que un avance lleva a otro, no podemos distinguir entre "partes buenas" y "partes malas" del sistema ya que el sistema industrial es una totalidad. La crisis venidera será la última oportunidad del hombre para recuperar su libertad y dignidad, una vez el sistema industrial tenga la capacidad de manipularnos y condicionarnos totalmente no habrá nada que hacer porque habremos dejado de ser hombres tal y como hoy lo entendemos.

A mi juicio la perspectiva de Kaczynski sobre el sistema industrial es bastante acertada. La apariencia de libertad domina nuestras vidas pero ¿qué capacidad real tenemos para decidir en política o en economía? El ciudadano de a pie se ve bombardeado constantemente por decisiones que "vienen de arriba" y que aunque nos parezcan irracionales e injustas según los especialistas son como deben de ser. Razones macroeconómicas, normativas comunitarias, decisiones supuestamente consensuadas dejan al ciudadano sin capacidad de decisión. Por otro lado la presión social para adquirir los últimos adelantos tecnológicos es cada vez mayor, adelantos que generan gastos que el usuario debe sufragar aumentando las horas de trabajo o reorientando el gasto de su economía doméstica. ¿Qué capacidad de decisión tenemos sobre la cobertura del móvil, sobre el precio que debemos pagar por la gasolina de nuestro coche o sobre el dinero que pagamos al Estado en impuestos? Ninguna. El control tecnológico de la información es otro elemento que debe producirnos desasosiego, Gran Hermano no es una distopía lejana, es el aquí y el ahora y cuando el Estado solicite tener nuestra información genética para evitar el crimen ¿quién se va oponer sino "los malos", los que quieren ser criminales?

A pesar de que estoy bastante cercano al análisis de Kaczynski no estoy tan seguro de su teoría del "Big Crunch" que tanto recuerda al mitema cristiano del "Fin de los Tiempos". Existe la posibilidad de un cambio radical del sistema sobretodo a través de los movimientos migratorios y al derrumbamiento del sistema del bienestar. Las crisis económicas recurrentes y las puntuales contradicciones del sistema (precariedad laboral, dificultad para acceder a la vivienda...) pueden llegar a hacerse tan profundas que las masas no tengan nada que perder oponiéndose al sistema capitalista. A diferencia de Kaczynski dudo que una situación tal se produzca de una manera indefectible, más bien lo considero una posibilidad que puede ser explorada.

¿Y mientras tanto? Creo que es absurdo esperar el "Gran Colapso" del sistema industrial sentados en el sofá viendo el reality de turno. Precisamente la enorme dimensión del sistema industrial y su altanera pretensión de un control total hacen posible vivir en los intersticios del sistema, en las grietas que quedan en su enorme estructura. La vida del lumpen es un ejemplo de esto, también Thoreau o el mismo Kaczynski probaron fórmulas para escapar del control del sistema industrial, aún cuando sea difícil decir hasta que punto alcanzaron el éxito o no... En definitiva, soy optimista sobre esta posibilidad de vivir, en lo posible, en las rendijas del sistema. En eso estamos...

Sé feliz

miércoles, junio 04, 2008

Sredni Vashtar


Saki es el sobrenombre con el que publicó sus relatos Hector Hungh Munro (1870-1916) muerto en la primera guerra mundial. Los relatos de Saki siempre destacan por su humor negro que oscila entre lo mágico y lo real. “Tobermory” es un relato en donde el protagonista es un gato que ha adquirido la capacidad de hablar, en una pequeña reunión de anfitriones e invitados este gato parlante e indiscreto para más inri produce todo un shock. Otro curioso relato es “Esmé” que narra la trágica tarde de cacería en donde dos amazonas perdidas tienen una extraordinaria aventura con un gitanillo y una hiena escapada del zoológico. “La paz de Mowsle Barton” es una fábula cómica que se burla del tópico de la apacible vida campestre, un urbanita descubre en un idílico pueblecito que las brujas con sus maldiciones y con sus odios recíprocos son tan estresantes como el tráfico o la vertiginosa vida urbana.

La Editorial Anagrama ha realizado una atenta e interesante selección de relatos de Saki y los ha agrupado en “Cuentos de humor y de horror”. Un libro de lectura ligera y divertida que retrata una sociedad de pequeñas mentiras y medianas crueldades... una sociedad como todas las demás. El relato más valioso de la colección es a mi juicio Sredni Vashtar en el que queda perfectamente retratada la opresiva y fría educación que tantas mujeres sin almas han prodigado a tantos niños que han sido odiados antes que amados; un relato con un final mágico (literalmente) y sorprendente. Aquí dejo la narración, espero que la disfrutes:

Conradín tenía diez años y, según la opinión profesional del médico, el niño no viviría cinco años más. Era un médico afable, ineficaz, poco se le tomaba en cuenta, pero su opinión estaba respaldada por la señora De Ropp, a quien debía tomarse en cuenta. La señora De Ropp, prima de Conradín, era su tutora, y representaba para él esos tres quintos del mundo que son necesarios, desagradables y reales; los otros dos quintos, en perpetuo antagonismo con aquéllos, estaban representados por él mismo y su imaginación. Conradín pensaba que no estaba lejos el día en que habría de sucumbir a la dominante presión de las cosas necesarias y cansadoras: las enfermedades, los cuidados excesivos y el interminable aburrimiento. Su imaginación, estimulada por la soledad, le impedía sucumbir.
La señora De Ropp, aun en los momentos de mayor franqueza, no hubiera admitido que no quería a Conradín, aunque tal vez habría podido darse cuenta de que al contrariarlo por su bien cumplía con un deber que no era particularmente penoso. Conradín la odiaba con desesperada sinceridad, que sabía disimular a la perfección. Los escasos placeres que podía procurarse acrecían con la perspectiva de disgustar a su parienta, que estaba excluida del reino de su imaginación por ser un objeto sucio, inadecuado.
En el triste jardín, vigilado por tantas ventanas prontas a abrirse para indicarle que no hiciera esto o aquello, o recordarle que era la hora de ingerir un remedio, Conradín hallaba pocos atractivos. Los escasos árboles frutales le estaban celosamente vedados, como si hubieran sido raros ejemplares de su especie crecidos en el desierto. Sin embargo, hubiera resultado difícil encontrar quien pagara diez chelines por su producción de todo el año. En un rincón, casi oculta por un arbusto, había una casilla de herramientas abandonada, y en su interior Conradín halló un refugio, algo que participaba de las diversas cualidades de un cuarto de juguetes y de una catedral. La había poblado de fantasmas familiares, algunos provenientes de la historia y otros de su imaginación; estaba también orgulloso de alojar dos huéspedes de carne y hueso. En un rincón vivía una gallina del Houdán, de ralo plumaje, a la que el niño prodigaba un cariño que casi no tenía otra salida. Más atrás, en la penumbra, había un cajón, dividido en dos compartimentos, uno de ellos con barrotes colocados uno muy cerca del otro. Allí se encontraba un gran hurón de los pantanos, que un amigo, dependiente de carnicería, introdujo de contrabando, con jaula y todo, a cambio de unas monedas de plata que guardó durante mucho tiempo. Conradín tenía mucho miedo de ese animal flexible, de afilados colmillos, que era, sin embargo, su tesoro más preciado. Su presencia en la casilla era motivo de una secreta y terrible felicidad, que debía ocultársele escrupulosamente a la Mujer, como solía llamar a su prima. Y un día, quién sabe cómo, imaginó para la bestia un nombre maravilloso, y a partir de entonces el hurón de los pantanos fue para Conradín un dios y una religión.
La Mujer se entregaba a la religión una vez por semana, en una iglesia de los alrededores, y obligaba a Conradín a que la acompañara, pero el servicio religioso significaba para el niño una traición a sus propias creencias. Pero todos los jueves, en el musgoso y oscuro silencio de la casilla, Conradín oficiaba un místico y elaborado rito ante el cajón de madera, santuario de Sredni Vashtar, el gran hurón. Ponía en el altar flores rojas cuando era la estación y moras escarlatas cuando era invierno, pues era un dios interesado especialmente en el aspecto impulsivo y feroz de las cosas; en cambio, la religión de la Mujer, por lo que podía observar Conradín, manifestaba la tendencia contraria.
En las grandes fiestas espolvoreaba el cajón con nuez moscada, pero era condición importante del rito que las nueces fueran robadas. Las fiestas eran variables y tenían por finalidad celebrar algún acontecimiento pasajero. En ocasión de un agudo dolor de muelas que padeció por tres días la señora De Ropp, Conradín prolongó los festivales durante todo ese tiempo, y llegó incluso a convencerse de que Sredni Vashtar era personalmente responsable del dolor. Si el malestar hubiera durado un día más, la nuez moscada se habría agotado.
La gallina del Houdán no participaba del culto de Sredni Vashtar. Conradín había dado por sentado que era anabaptista. No pretendía tener ni la más remota idea de lo que era ser anabaptista, pero tenía una íntima esperanza de que fuera algo audaz y no muy respetable. La señora De Ropp encarnaba para Conradín la odiosa imagen de la respetabilidad.
Al cabo de un tiempo, las permanencias de Conradín en la casilla despertaron la atención de su tutora.
-No le hará bien pasarse el día allí, con lo variable que es el tiempo -decidió repentinamente, y una mañana, a la hora del desayuno, anunció que había vendido la gallina del Houdán la noche anterior. Con sus ojos miopes atisbó a Conradín, esperando que manifestara odio y tristeza, que estaba ya preparada para contrarrestar con una retahíla de excelentes preceptos y razonamientos. Pero Conradín no dijo nada: no había nada que decir. Algo en esa cara impávida y blanca la tranquilizó momentáneamente. Esa tarde, a la hora del té, había tostadas: manjar que por lo general excluía con el pretexto de que haría daño a Conradín, y también porque hacerlas daba trabajo, mortal ofensa para la mujer de la clase media.
-Creí que te gustaban las tostadas -exclamó con aire ofendido al ver que no las había tocado.
-A veces -dijo Conradín.
Esa noche, en la casilla, hubo un cambio en el culto al dios cajón. Hasta entonces, Conradín no había hecho más que cantar sus oraciones: ahora pidió un favor.
-Una sola cosa te pido, Sredni Vashtar.
No especificó su pedido. Sredni Vashtar era un dios, y un dios nada lo ignora. Y ahogando un sollozo, mientras echaba una mirada al otro rincón vacío, Conradín regresó a ese otro mundo que detestaba.
Y todas las noches, en la acogedora oscuridad de su dormitorio, y todas las tardes, en la penumbra de la casilla, se elevó la amarga letanía de Conradín:
-Una sola cosa te pido, Sredni Vashtar.
La señora De Ropp notó que las visitas a la casilla no habían cesado, y un día llevó a cabo una inspección más completa.
-¿Qué guardas en ese cajón cerrado con llave? -le preguntó-. Supongo que son conejitos de la India. Haré que se los lleven a todos.
Conradín apretó los labios, pero la mujer registró su dormitorio hasta descubrir la llave, y luego se dirigió a la casilla para completar su descubrimiento. Era una tarde fría y Conradín había sido obligado a permanecer dentro de la casa. Desde la última ventana del comedor se divisaba entre los arbustos la casilla; detrás de esa ventana se instaló Conradín. Vio entrar a la mujer, y la imaginó después abriendo la puerta del cajón sagrado y examinando con sus ojos miopes el lecho de paja donde yacía su dios. Quizá tantearía la paja movida por su torpe impaciencia. Conradín articuló con fervor su plegaria por última vez. Pero sabía al rezar que no creía. La mujer aparecería de un momento a otro con esa sonrisa fruncida que él tanto detestaba, y dentro de una o dos horas el jardinero se llevaría a su dios prodigioso, no ya un dios, sino un simple hurón de color pardo, en un cajón. Y sabía que la Mujer terminaría como siempre por triunfar, y que sus persecuciones, su tiranía y su sabiduría superior irían venciéndolo poco a poco, hasta que a él ya nada le importara, y la opinión del médico se vería confirmada. Y como un desafío, comenzó a cantar en alta voz el himno de su ídolo amenazado:
Sredni Vashtar avanzó:
Sus pensamientos eran pensamientos rojos y sus dientes eran blancos.
Sus enemigos pidieron paz, pero él le trajo muerte.
Sredni Vashtar el hermoso.
De pronto dejó de cantar y se acercó a la ventana.
La puerta de la casilla seguía entreabierta. Los minutos pasaban. Los minutos eran largos, pero pasaban. Miró a los estorninos que volaban y corrían por el césped; los contó una y otra vez, sin perder de vista la puerta. Una criada de expresión agria entró para preparar la mesa para el té. Conradín seguía esperando y vigilando. La esperanza gradualmente se deslizaba en su corazón, y ahora empezó a brillar una mirada de triunfo en sus ojos que antes sólo habían conocido la melancólica paciencia de la derrota. Con una exultación furtiva, volvió a gritar el peán de victoria y devastación. Sus ojos fueron recompensados: por la puerta salió un animal largo, bajo, amarillo y castaño, con ojos deslumbrados por la luz del crepúsculo y oscuras manchas mojadas en la piel de las mandíbulas y del cuello. Conradín se hincó de rodillas. El Gran Hurón de los Pantanos se dirigió al arroyuelo que estaba al extremo del jardín, bebió, cruzó un puentecito de madera y se perdió entre los arbustos. Ese fue el tránsito de Sredni Vashtar.
-Está servido el té -anunció la criada de expresión agria-. ¿Dónde está la señora?
-Fue hace un rato a la casilla -dijo Conradín.
Y mientras la criada salió en busca de la señora, Conradín sacó de un cajón del aparador el tenedor de las tostadas y se puso a tostar un pedazo de pan. Y mientras lo tostaba y lo untaba con mucha mantequilla, y mientras duraba el lento placer de comérselo, Conradín estuvo atento a los ruidos y silencios que llegaban en rápidos espasmos desde más allá de la puerta del comedor. El estúpido chillido de la criada, el coro de interrogantes clamores de los integrantes de la cocina que la acompañaba, los escurridizos pasos y las apresuradas embajadas en busca de ayuda exterior, y luego, después de una pausa, los asustados sollozos y los pasos arrastrados de quienes llevaban una carga pesada.
-¿Quién se lo dirá al pobre chico? ¡Yo no podría! -exclamó una voz chillona.
Y mientras discutían entre sí el asunto, Conradín se preparó otra tostada.

Texto vía www.ciudadseva.com