Escritos breves sobre estética
Título: Escritos breves sobre Estética
Autor: Schiller, Friedrich (1759-1805)
Traductores: Víctor Manuel Borrero Zapata y Juan Pablo Larreta Zulategui
Publicación: Sevilla. Editorial Doble J,
Descripción: 69 p.; rústica.
Precio: 8 €
La obra estética de Schiller está sin duda eclipsada por su producción dramática y poética a excepción hecha de sus famosas "Cartas sobre la educación estética del hombre" (1795). Este breve libro viene a rescatar del olvido cuatro sucintos ensayos estéticos del poeta alemán.
El primer ensayo que recoge esta compilación es el titulado "Sobre lo patético" (1793) en el que Schiller analiza la representación del sufrimiento en la obra artística y la peculiar cabida de esta representación en su teoría estética general. Interesante artículo que hace reflexionar sobre si hay lugar dentro de una manifestación estética lograda no sólo lo patético sino incluso lo truculento y sobre en dónde podemos establecer los límites de ambos. En todo caso, la presentación del sufrimiento en la obra artística permite, según el poeta alemán, manifestar la lucha de un espíritu noble contra la sensibilidad (dolor físico); cuando lo representado subraya la debilidad física del hombre junto con su fortaleza moral que resiste el dolor la obra de arte que representa lo patético puede devenir en sublime. Por contra, cuando el artista se recrea en el sufrimiento per se, en la carne y la sangre sufriente lo máximo que puede generar en el espectador es cierto sentimiento de morbosa repugnancia.
El tema sobre lo patético lleva al autor al final del ensayo a elaborar una reflexión sobre la relación de la moral con el arte y la decidida propuesta del autor por una separación entre ambos que no independencia.
El segundo ensayo recogido, "Reflexiones sobre el uso de lo vulgar y lo indigno en el arte" (1793), es mucho más breve que el anterior y mucho menos denso en ideas. Define Schiller lo vulgar como aquello que no se relaciona con lo intelectual sino que únicamente despierta el interés de la sensibilidad. Lo vulgar depende más del modo con que se representa el objeto artístico que el objeto artístico en sí; un artista vulgar representará el objeto más noble como vulgar poniendo de relieve lo casual en vez de lo notable y viceversa, el artista genial representará el objeto más vulgar con nobleza, piénsese en las representaciones de desnudos de grandes autores donde algo vulgar, una persona sin ropa, se representa noblemente como encarnación de ideales.
Lo indigno está a un nivel inferior a lo vulgar ya que mientras que lo vulgar muestra una carencia de algún atractivo que se echa de menos, lo indigno muestra la falta de alguna característica que es exigible por cualquiera. En otras palabras, mientras que lo vulgar es carencia de nobleza, lo indigno es carencia de normalidad, degeneración. Aún así, lo indigno tiene un papel en el arte en las obras que tienen como finalidad movernos a la risa. Schiller pone el ejemplo de la Comedia de Aristófanes.
Otra forma por la que puede lo indigno mostrarse en la obra de arte es cuando va asociado a lo temible. Un robo es algo indigno y no puede aspirar a ser representado en ninguna obra de arte seria, ahora bien, un asesinato, algo que es moralmente más reprobable, sí puede tener fuerza estética ya que su indignidad queda eclipsada por lo terrible del acto. Schiller explica que un motivo frecuente de goce estético es la fuerza, mientras que el robo es un acto de indignidad rastrera y cobarde, el asesinato, al menos, muestra cierta fortaleza que puede subyugarnos con su temor.
"Sobre los límites necesarios en el uso de las formas bellas" (1795) es el tercer ensayo que consta a su vez de dos partes: 'Sobre los límites necesarios de lo bello, particularmente en la exposición de verdades filosóficas' y 'Sobre el riesgo de las costumbres estéticas'. La primera parte trata sobre si es necesario el uso de formas bellas en la trasmisión de verdades de índole filosófica. Schiller se muestra contrario a esta asociación ya que verdad y belleza no siempre coinciden y cuando se trata de hablar al intelecto, esta misma pretensión obliga a sacrificar la belleza por la verdad. Al mismo tiempo, no se le exige a una obra de arte que represente cosas que realmente ocurrieron, se le pide verosimilitud, pero no necesariamente fidelidad a la verdad. Mientras que el arte puede y debe sacrificar la verdad a la belleza, la ciencia debe sacrificar la belleza a la verdad.
La segunda parte de este ensayo es mucho más breve que la anterior y se limita a señalar que la sensibilidad estética puede servir de apoyo a la moral pero no sustituirla. Quien ama lo bello cultiva en su espíritu un deseo de elevarse sobre las meras constricciones de la sensibilidad vulgar pero, a su vez, este deseo no tiene porque ir parejo a la admisión de la autoridad suprema del intelecto sobre el juicio de la imaginación (sede de la sensibilidad estética). Por esta razón, el arte puede colaborar con la moral en sus fines pero no suplirla ya que sin la guía de la razón "una persona de gusto refinado es capaz en esta obra de una corrupción moral que el tosco hijo de la naturaleza, con toda su tosquedad, queda preservado" en el momento que la luz natural puede dar al simple capacidad de analizar lo bueno y lo malo con su juicio mientras que esta capacidad natural de juicio puede quedar enturbiada por una sensibilidad al servicio de la voluntad egoísta del esteta.
El último ensayo de la recopilación, "Sobre el provecho moral de las costumbres estéticas" (1796) abunda en las ideas expuestas en la segunda parte del ensayo anterior: las costumbres estéticas al afinar la sensibilidad, al huir de la vulgaridad, al elevar el espíritu en la contemplación, etc., pueden ayudar al cultivo de lo bueno siempre y cuando la sensibilidad estética admita la superioridad del juicio moral en la elección de los comportamientos prácticos. En este ensayo Schiller admite que siendo tantas las tentaciones que nos impulsan a alejarnos del deber (Schiller al hablar de ética se refiere, en concreto, a la ética kantiana) que la ayuda que podamos recibir de las costumbres estéticas no debemos desdeñarla con simpleza, aún a riesgo de estar atentos a que la sensibilidad estética reemplace, ilegítimamente, el alto puesto de la moral.
Libro este, rico en sugerencias, interesante y que anticipa algunas de las ideas estéticas que se desarrollarán a principios del XIX como el esteticismo y la estética de lo feo. Obra recomendable para aquellos interesados en la disciplina estética aunque no está carente de alguna dificultad para el profano.
Sobre lo patético, lo indigno y lo vulgar en la estética de Schiller.
Relación entre ética y estética según Schiller.Autor: Schiller, Friedrich (1759-1805)
Traductores: Víctor Manuel Borrero Zapata y Juan Pablo Larreta Zulategui
Publicación: Sevilla. Editorial Doble J,
Descripción: 69 p.; rústica.
Precio: 8 €
La obra estética de Schiller está sin duda eclipsada por su producción dramática y poética a excepción hecha de sus famosas "Cartas sobre la educación estética del hombre" (1795). Este breve libro viene a rescatar del olvido cuatro sucintos ensayos estéticos del poeta alemán.
El primer ensayo que recoge esta compilación es el titulado "Sobre lo patético" (1793) en el que Schiller analiza la representación del sufrimiento en la obra artística y la peculiar cabida de esta representación en su teoría estética general. Interesante artículo que hace reflexionar sobre si hay lugar dentro de una manifestación estética lograda no sólo lo patético sino incluso lo truculento y sobre en dónde podemos establecer los límites de ambos. En todo caso, la presentación del sufrimiento en la obra artística permite, según el poeta alemán, manifestar la lucha de un espíritu noble contra la sensibilidad (dolor físico); cuando lo representado subraya la debilidad física del hombre junto con su fortaleza moral que resiste el dolor la obra de arte que representa lo patético puede devenir en sublime. Por contra, cuando el artista se recrea en el sufrimiento per se, en la carne y la sangre sufriente lo máximo que puede generar en el espectador es cierto sentimiento de morbosa repugnancia.
El tema sobre lo patético lleva al autor al final del ensayo a elaborar una reflexión sobre la relación de la moral con el arte y la decidida propuesta del autor por una separación entre ambos que no independencia.
El segundo ensayo recogido, "Reflexiones sobre el uso de lo vulgar y lo indigno en el arte" (1793), es mucho más breve que el anterior y mucho menos denso en ideas. Define Schiller lo vulgar como aquello que no se relaciona con lo intelectual sino que únicamente despierta el interés de la sensibilidad. Lo vulgar depende más del modo con que se representa el objeto artístico que el objeto artístico en sí; un artista vulgar representará el objeto más noble como vulgar poniendo de relieve lo casual en vez de lo notable y viceversa, el artista genial representará el objeto más vulgar con nobleza, piénsese en las representaciones de desnudos de grandes autores donde algo vulgar, una persona sin ropa, se representa noblemente como encarnación de ideales.
Lo indigno está a un nivel inferior a lo vulgar ya que mientras que lo vulgar muestra una carencia de algún atractivo que se echa de menos, lo indigno muestra la falta de alguna característica que es exigible por cualquiera. En otras palabras, mientras que lo vulgar es carencia de nobleza, lo indigno es carencia de normalidad, degeneración. Aún así, lo indigno tiene un papel en el arte en las obras que tienen como finalidad movernos a la risa. Schiller pone el ejemplo de la Comedia de Aristófanes.
Otra forma por la que puede lo indigno mostrarse en la obra de arte es cuando va asociado a lo temible. Un robo es algo indigno y no puede aspirar a ser representado en ninguna obra de arte seria, ahora bien, un asesinato, algo que es moralmente más reprobable, sí puede tener fuerza estética ya que su indignidad queda eclipsada por lo terrible del acto. Schiller explica que un motivo frecuente de goce estético es la fuerza, mientras que el robo es un acto de indignidad rastrera y cobarde, el asesinato, al menos, muestra cierta fortaleza que puede subyugarnos con su temor.
"Sobre los límites necesarios en el uso de las formas bellas" (1795) es el tercer ensayo que consta a su vez de dos partes: 'Sobre los límites necesarios de lo bello, particularmente en la exposición de verdades filosóficas' y 'Sobre el riesgo de las costumbres estéticas'. La primera parte trata sobre si es necesario el uso de formas bellas en la trasmisión de verdades de índole filosófica. Schiller se muestra contrario a esta asociación ya que verdad y belleza no siempre coinciden y cuando se trata de hablar al intelecto, esta misma pretensión obliga a sacrificar la belleza por la verdad. Al mismo tiempo, no se le exige a una obra de arte que represente cosas que realmente ocurrieron, se le pide verosimilitud, pero no necesariamente fidelidad a la verdad. Mientras que el arte puede y debe sacrificar la verdad a la belleza, la ciencia debe sacrificar la belleza a la verdad.
La segunda parte de este ensayo es mucho más breve que la anterior y se limita a señalar que la sensibilidad estética puede servir de apoyo a la moral pero no sustituirla. Quien ama lo bello cultiva en su espíritu un deseo de elevarse sobre las meras constricciones de la sensibilidad vulgar pero, a su vez, este deseo no tiene porque ir parejo a la admisión de la autoridad suprema del intelecto sobre el juicio de la imaginación (sede de la sensibilidad estética). Por esta razón, el arte puede colaborar con la moral en sus fines pero no suplirla ya que sin la guía de la razón "una persona de gusto refinado es capaz en esta obra de una corrupción moral que el tosco hijo de la naturaleza, con toda su tosquedad, queda preservado" en el momento que la luz natural puede dar al simple capacidad de analizar lo bueno y lo malo con su juicio mientras que esta capacidad natural de juicio puede quedar enturbiada por una sensibilidad al servicio de la voluntad egoísta del esteta.
El último ensayo de la recopilación, "Sobre el provecho moral de las costumbres estéticas" (1796) abunda en las ideas expuestas en la segunda parte del ensayo anterior: las costumbres estéticas al afinar la sensibilidad, al huir de la vulgaridad, al elevar el espíritu en la contemplación, etc., pueden ayudar al cultivo de lo bueno siempre y cuando la sensibilidad estética admita la superioridad del juicio moral en la elección de los comportamientos prácticos. En este ensayo Schiller admite que siendo tantas las tentaciones que nos impulsan a alejarnos del deber (Schiller al hablar de ética se refiere, en concreto, a la ética kantiana) que la ayuda que podamos recibir de las costumbres estéticas no debemos desdeñarla con simpleza, aún a riesgo de estar atentos a que la sensibilidad estética reemplace, ilegítimamente, el alto puesto de la moral.
Libro este, rico en sugerencias, interesante y que anticipa algunas de las ideas estéticas que se desarrollarán a principios del XIX como el esteticismo y la estética de lo feo. Obra recomendable para aquellos interesados en la disciplina estética aunque no está carente de alguna dificultad para el profano.
Sobre lo patético, lo indigno y lo vulgar en la estética de Schiller.
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