El camino de la espada
Ocurrió que el emperador quiso aprender el arte de la espada y fue llamado el mayor maestro del imperio. Cuando el maestro llegó un cortesano llamó y entró en su aposento.
- Maestro- dijo- desde mi juventud he soñado con aprender el arte de la espada pero mi vida cortesana me lo ha impedido, por esto le ruego ahora que me admita como un humilde discípulo.
- Bien, te enseñaré todo lo que pueda pero antes debes decirme quién te ha iniciado en el camino de la espada porque no me cabe duda de que no eres un simple profano.
- Maestro, nadie me ha enseñado.
- No puedo pensar que mientas y sin embargo mi ojo experto al verte llegar creyó reconocer en tí en espíritu del guerrero. Bien sabe el Cielo que hasta ahora mi juicio nunca me había engañado. Sea como sea te admitiré como discípulo.
- No tengo palabras con las que expresar mi agradecimiento. Realmente nadie me ha enseñado el camino de la espada hasta hoy pero le confieso que he soñado desde que tengo juicio en convertirme en un guerrero. Por esta razón desde pequeño, comprendiendo que la muerte aparece siempre como inminente para el que camina por la senda de la espada, pensé continuamente en ella. Me imaginé muriendo de mil maneras diferentes, comprendiendo que la frontera que separa vida y muerte es frágil como la superficie de un lago. Tanto reflexioné sobre esto que ya hoy vida y muerte me son indiferentes y vivo sintiendo que no soy más que una sombra a la hora del crepúsculo.
- Bien sabía que mis ojos no me habían engañado, hermano. No tengo nada que enseñarte por que lo que tú sabes es cumbre y fin del camino del guerrero y todo lo demás no son sino juego para entretener a los necios.
(relato basado en un cuento zen)
- Maestro- dijo- desde mi juventud he soñado con aprender el arte de la espada pero mi vida cortesana me lo ha impedido, por esto le ruego ahora que me admita como un humilde discípulo.
- Bien, te enseñaré todo lo que pueda pero antes debes decirme quién te ha iniciado en el camino de la espada porque no me cabe duda de que no eres un simple profano.
- Maestro, nadie me ha enseñado.
- No puedo pensar que mientas y sin embargo mi ojo experto al verte llegar creyó reconocer en tí en espíritu del guerrero. Bien sabe el Cielo que hasta ahora mi juicio nunca me había engañado. Sea como sea te admitiré como discípulo.
- No tengo palabras con las que expresar mi agradecimiento. Realmente nadie me ha enseñado el camino de la espada hasta hoy pero le confieso que he soñado desde que tengo juicio en convertirme en un guerrero. Por esta razón desde pequeño, comprendiendo que la muerte aparece siempre como inminente para el que camina por la senda de la espada, pensé continuamente en ella. Me imaginé muriendo de mil maneras diferentes, comprendiendo que la frontera que separa vida y muerte es frágil como la superficie de un lago. Tanto reflexioné sobre esto que ya hoy vida y muerte me son indiferentes y vivo sintiendo que no soy más que una sombra a la hora del crepúsculo.
- Bien sabía que mis ojos no me habían engañado, hermano. No tengo nada que enseñarte por que lo que tú sabes es cumbre y fin del camino del guerrero y todo lo demás no son sino juego para entretener a los necios.
(relato basado en un cuento zen)
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