miércoles, noviembre 14, 2007

Magia en el mundo grecolatino

En este post resumiré el trabajo sobre la magia en el mundo grecolatino de Georg Luck publicado en la obra Arcana Mundi editado por Gredos en su colección de Manuales (reseña del libro).

Antes de empezar a analizar el fenómeno de la magia en la Grecia y Roma antigua cabe preguntarse qué es la magia. La magia es, según Luck, una técnica que considera que existen poderes ubicados en el alma humana y en el universo que pueden ser usados por un especialista (mago) para imponer la voluntad humana sobre la naturaleza, los hombres e incluso seres supra humanos (demones, espíritus, dioses, etc.). Este deseo de controlar el entorno es, no obstante, propio también de la ciencia tal y como la conocemos ahora y como se conocía en la antigüedad pero mientras que el científico piensa en términos de causa-efecto el mago piensa en términos de simpatías o correspondencias. La simpatía es un concepto primordial para la magia según el cual todo lo que ocurre en el universo está interconectado por relaciones de correspondencia antes que causales. El microcosmos refleja al macrocosmos.

Un debate mantenido desde hace tiempo es la relación que existe entre magia y religión. Básicamente son cuatro las posturas que se han mantenido al respecto: (1) que la magia es una religión primitiva que acaba madurando en religión; (2) que la religión trata de reconciliar al hombre con los poderes impersonales del cosmos una vez que la magia a fracasado; (3) que la religión y magia son ramificaciones de un tronco común, dos modos de ver una misma realidad; y (4) que la magia es una degeneración de la religión. Una diferencia que se ha hecho popular para distinguir a la magia de la religión es que mientras que el mago exige a los poderes superiores obediencia y cumplimiento de mandatos el sacerdote suplica humildemente el cumplimiento de sus deseos por parte de la divinidad. Aunque esto puede ser cierto grosso modo no lo es en muchos casos concretos de magia blanca en donde el mago solicita y no exige el cumplimiento de su deseo o en algunos ritos religiosos que exigen al santo o divinidad sus dones incluso golpeándolo. Por esta razón algunos estudiosos llegan a considerar que no existe una verdadera diferencia entre magia y religión y que la magia podría ser, sencillamente, el reflejo más popular e imperioso de los ritos religiosos. Luck propone que una diferencia entre magia y religión es el concepto de pecado inexistente en la magia pero presente en la religión; olvida el autor, a mi juicio, el terror de los oficiantes de celebraciones mágicas al romper un tabú o quebrantar una ley de pureza para oficiar el rito o esas otras religiones primitivas en donde el concepto de falta es ante social (vergüenza) que moral (pecado).

Los orígenes de la magia se pierden en el tiempo pero podemos decir que en el mundo grecolatino muchos rituales mágicos no fueron más que rituales religiosos de otros pueblos que los griegos o romanos malentendieron; tanto es así que el término mago y magia deriva de la palabra griega "magoi" que servía para designar a una casta meda del antiguo Irán especialista en conocimientos rituales y religiosos.

Téngase en cuenta que en el mundo antiguo era normal que cuando una cultura conquistaba a otra tomara de ella los elementos religiosos más fácilmente asimilables como, por ejemplo, dioses que fueran identificables con los propios mientras que los elementos extravagantes de una religión foránea eran rechazados y considerados como cultos mágicos o brujeriles. La fama de brujas que tenían las mujeres de Tesalia o del Mar Negro en Grecia o la reputación de magos que tenían los marsos para los romanos es una muestra de que la lejanía geográfica o cultural eran rasgos frecuentes en los magos y brujas. El culto pagano y agrícola a Pan fue considerado por el cristianismo como adoración del demonio y la pervivencia de creencias celtas en las poblaciones noreuropeas fueron, también, consideradas como rituales mágico-brujeriles.

Los raptos de la Pitia en Delfos o el uso de drogas alucinógenas en los ritos de Eleusis (el uso de esta droga en un contexto profano parece ser la causa del proceso contra Alcibíades por sacrilegio) prueba que esos fenómenos de trance o comunicación directa con la divinidad eran aprobados dentro del contexto religioso pero fuera de él, descontextualizados, eran perseguidos o al menos no públicamente aceptados. La magia así vista puede considerarse como una religión no pública que ha sido deformada y malinterpretada en un territorio hostil.

En la época de Jesús de Nazaret la magia fue adquiriendo complejidad hasta casi transformarse en ciencia. En este proceso tuvo un papel determinante Egipto que se convirtió en un auténtico crisol en el que se fundieron las cultural griegas y romanas con las tradiciones orientales y las propiamente egipcias. Estos magos-científicos intentaban localizar las fuerzas secretas de la naturaleza escudriñando sus simpatías; no obstante, estos magos de la época imperial estaban más interesados en controlar los poderes de la naturaleza que en el conocimiento puro, por esto, quizás, deberíamos considerarlos antes técnicos que científicos aunque los límites son borrosos.

La magia pretendía obtener resultados que podían coincidir o no con los de la ciencia: salud física, salud mental, venganza, conocimiento, amor, etc. Y es precisamente esta posibilidad de prometer tanto lo que puede prometer la ciencia como mucho más la que le daba tanto atractivo a la magia en la Roma Imperial, y se la sigue dando aún hoy en día. De hecho es reseñable que no sólo las clases bajas e ignorantes creían en ella sino que incluso los intelectuales dedicados a la filosofía como los neoplatónicos y los estoicos creían en las virtudes de la magia.

Un tema recurrente en la literatura grecolatina es, precisamente, la magia. Desde el canto X de la Odisea de Homero la magia está presente en la literatura occidental; en el citado canto una bruja típica, Circe, encanta a los compañeros de Odiseo con la ayuda de una varita pero el héroe de la historia conoce el antídoto revelado por el dios Hermes, la hierba môly, y acaba no sólo venciendo a la bruja sino también seduciéndola. Al final Odiseo convivirá durante algún tiempo como compañero de Circe en su isla; Circe será precisamente la que instruya a Odiseo para la famosa escena de la nigromancia del canto XI.

Entre Homero y el periodo helenístico surgieron una serie de personajes que poseían cualidades impropias de un hombre común. Estos personajes pertenecen a la historia de la religión, de la ciencia y de la filosofía griega por lo que no estamos seguros de poder calificarlos como visionarios, profetas, sabios o magos por lo que E. R. Dodds sugirió en su obra "Los Griegos y lo Irracional" el nombre de chamanes. Los más relevantes de estos chamanes fueron, sin duda, Orfeo, Pitágoras y Empédocles, entre los cuales existen sorprendentes similitudes a pesar de la personalidad propia de cada uno de ellos. Esta semejanza sugiere la existencia en la civilización griega de una figura que ofrecía una teoría no sólo mitológica sino también filosófica acerca del papel del hombre en el cosmos y su relación con el macrocosmos.

Orfeo con su música (canto mágico) podía calmar a las fieras o hacer que los árboles le siguieran (gran antecesor del más modesto flautista de Hamelín... ¿quizás también una figura chamánica?). Como muchos otros chamanes podía descender vivo al Infierno y volver e incluso intentar traer las almas de los muertos (Eurídice); y también como ellos su cuerpo siguió teniendo propiedades mágico-proféticas durante mucho tiempo después de su muerte.

Pitágoras tenía un muslo dorado, los ríos le saludaban, podía profetizar y tenía poder sobre los animales. Su vegetarianismo reflejaba un tabú alimenticio consecuencia de su creencia en la trasmigración de las almas. Tenía todos los rasgos de un "hombre divino" según los griegos o de un chamán en la terminología moderna.

Empédocles se atribuía poderes para curar enfermos, rejuvenecer ancianos, cambiar el tiempo e invocar a los muertos. Lo podemos considerar un taumaturgo. Esta breve semblanza de estos tres personajes, uno mitológico y dos reales perteneciente al siglo V a.C., reafirma mi creencia personal en la necesidad de un nuevo enfoque hermenéutico sobre lo que representaron los autores presocráticos a los que incluso el divino Platón ya les reconocía el carácter de sophos en vez del de philosophos.

El la época clásica sabemos que Platón creía en la astrología y en otras formas de adivinación tal y como queda reflejado en el Timeo y que creía en los demones parece justificado por la creencias posteriores de la escuela platónica así como por su relación con su maestro Sócrates que decía poseer un demon personal. El racional Aristóteles está convencido que los astros influyen en la tierra e incluso en su "Historia de los animales" sugiere una teoría mágica de simpatías y antipatías entre el mundo animal y los astros.

En el helenismo (los tres últimos siglos a. C.) se reaviva el interés por la magia quizás por la situación política y por cierto escepticismo imperante sobre las religiones tradicionales. En el último siglo a. C. la magia helenística estaba perfectamente formada como sistema de técnicas y conocimiento; las ciencias ocultas sufren un proceso de especialización (surgen como disciplinas diferenciadas la alquimia, la astrología, ciertos tipos de adivinación...) que permite que sean enseñadas. Esta especialización y complejidad de las técnicas ocultas conllevó que los profesionales de la magia o de otra disciplina oculta no tuvieran más que conocimientos vagos de las otras disciplinas.

En el Egipto del tardo helenismo y del Imperio los antiguos dioses como Isis, Osiris, Horus, Tifón aparecen recurrentemente en los papiros mágicos así como la fórmula "Jesús, dios de los hebreos". También el Padre Nuestro aparece como fórmula mágica entre algún practicante de magia que no era, desde luego, ni judío ni cristiano. Se produce el fenómeno que antes mencioné: los dioses o ritos extranjeros se transforman en rituales mágicos para los no creyentes. De esta época se conservan vestigios de la actividad directa de los magos y sus clientes gracias a varias fuentes: papiros de magia (de los que la editorial Gredos ha hecho una cuidada y selecta edición), óstracas mágicos (textos de magia escritos en trozos de cerámica), tablillas de execración (estas tablillas pedían a un demon o dios que actuase contra alguien, frecuentemente un atleta o un auriga conocido) y amuletos.

Junto al uso del nombre de dioses foráneos también es frecuente el uso de símbolos, números, palabras extranjeras o al menos que suenen como tales en los encantamientos o en las fórmulas mágicas que se nos han conservado.

El material del que se dispone permite distinguir las operaciones mágicas en dos grupos principales: teúrgicas y goéticas. La teúrgia es una forma sublimada de magia en la que el mago actúa principalmente como sacerdote buscando un fin religioso como una revelación del dios o una visión. A pesar de su finalidad la teúrgia usaba unos métodos similares a los de la magia vulgar. Esta es la magia practicada por los neoplatónicos de la época imperial pero también del Renacimiento italiano (v. gr. Marsilio Ficino).

El término goetia es sinónimo de magia pero probablemente con unas connotaciones más negativas. Tanto magia como goetia hacen referencia a la magia vulgar con fines profanos, egoístas e incluso malvados. Parece probable que la palabra teúrgia se inventase por los intelectuales neoplatónicos o neopitagóricos que la practicaban para oponerla a la idea de "magia profana" que se describía con los términos magia y goetia. Quizás, a diferencia de la palabra magia, la palabra goetia pudiese también incluir en su campo semántico las prácticas de farsantes, malabaristas o charlatanes.

Según Plotino (Enéadas IV, 4, 26) la teúrgia usa las fuerzas simpatéticas de la naturaleza para estar en contacto con ella; según Jámblico (Mist. III 27) también puede usarse la teúrgia para alcanzar aquellas realidades que el filósofo sólo puede pensar. Mientras que los teólogos hablaban de los dioses el teúrgo podía influir en ellos y hacerlos aparecer o incluso encarnarse. De este modo los neoplatónicos creían que con ejercicios ascéticos y con una apropiada iniciación se podía hacer bajar a los poderes divinos a la tierra o, por contra, hacer que las almas de los teúrgos subieran hacia el cielo. En definitiva, como dice Luck, para estos filósofos "el pensamiento teológico o filosófico no es suficiente; han de seguirse ciertas acciones, procedimientos o ritos".

Lo cierto es que existe constancia de que en estas ceremonias teúrgicas se producían efectos anómalos: voces, ruidos, olores, estatuas que cobraban vida, luminiscencias, etc. Hoy en día los investigadores se preguntan como eran posibles estos fenómenos ya que existe el testimonio de personas cultas y con reputación que los avalan (algunos importantes filósofos como Jámblico). Dado el nivel cultural de este público parece poco probable que se tratasen de burdos engaños y mucho menos de fabulaciones por lo que es posible que los participantes en estos rituales teúrgicos realizaran algún tipo de actividad que les capacitase para percibir esos fenómenos no ordinarios como podría ser el uso de drogas, los ayunos o los ejercicios ascéticos.

Por su parte la magia sencilla también tuvo un gran desarrollo en el período helenístico e imperial, de hecho hacia el final del período helenístico los rituales mágicos que conservamos tenían una gran complejidad. Usualmente incluían una "klêsis" o invocación y una "prâxis" o ritual. Para invocar al dios no era suficiente con su nombre sino que se solía acompañar con toda una aretalogía que describía los poderes y virtudes de la divinidad en cuestión. Además, la invocación podía contener también un recordatorio de los milagros o dones que la divinidad había realizado para el oficiante o, por el contrario, de algún sacrificio u ofrenda que el oficiante hubiese brindado a la divinidad previamente.

La prâxis era tan compleja como la invocación misma. Se recitaba una especie de letanía en griego o en un lenguaje ficticio que mezclaba sonidos con palabras mágicas. Este tipo de letanías sólo podían ser aprendidas tras muchas horas de aprendizaje toda vez que las palabras debían ir acompañadas por una serie de gestos y manipulaciones precisas de objetos. Libaciones, inhalación de sustancias, sacrificios cruentos, producción de efectos acústicos o visuales acompañaban a una escenografía que bien realizada debía ser impresionante. Es probable que se hiciese uso también de drogas para conseguir el trance.

Para Luck podemos observar algunas características típicamente egipcias en la magia helenística:

* La magia no se utiliza prioritariamente como una protección necesaria contra los poderes del mal sino más bien se usa para dirigir los poderes benéficos y maléficos hacia el propio beneficio del oficiante.

* El que realiza las operaciones mágicas finge ser un dios para asustar a los seres sobrenaturales que está convocando.

* Las palabras mágicas no son las mismas del lenguaje ordinario, existen palabras propiamente mágicas e incluso sonidos no existentes en el lenguaje ordinario. Además estas palabras con poder se escriben en sitios determinados como gemas, papiros o sobre diagramas o dibujos.

* Al igual que la efectividad del rito esta vinculada a la repetición precisa de palabras también está vinculada a la repetición de ciertos gestos o manipulaciones rituales.

Si todos estos rasgos anteriores son típicos de la magia y de la religión egipcia cabe preguntarse sobre el papel de la cultura helena sobre la magia helenística. Según Luck la magia helenística es una creación griega en suelo egipcio, es decir que mientras que existía un sustrato de prácticas mágicas tanto en Egipto como en el mundo griego fue la filosofía griega la que alimentó ese sustrato y le dio una base teórica sobre la que desarrollarse. La filosofía griega y las prácticas mágicas populares se encontraron en Egipto dando lugar a lo que conocemos como magia helenística.

Aunque en menor medida el judaísmo fue también importante en el desarrollo de la magia helenística no sólo por la cercanía de Palestina con el mundo egipcio sino también por la comunidad judía en la diáspora de Alejandría. Ya subrayé más arriba lo relevante que era para el pensamiento mágico el tomar nombres y costumbres de religiones extranjeras para sus ritos, en la magia helenística abundan los rituales mágicos con diferentes formas del nombre del dios hebreo, lógicamente deformado, como Jao (por Yahvé), Sabaôth, Adonay... Los nombres de algunos profetas como Moisés o Jesús son también recurrentes.

Pero también a un nivel más profundo de influencia la tradición judía afectó a la magia helenística. Los rudimentos de la Cábala se remontan al siglo I d. C. y el Antiguo Testamento contiene multitud de rituales mágicos o de invocación que recuerdan en mayor o menor medida a los rituales helenísticos de los que tenemos constancia.

Prueba de la fuerza del pensamiento mágico en el periodo imperial son las figuras de taumaturgos, magos o chamanes (volviendo a hacer uso de la terminología de Dodds) como Jesús de Nazaret, Simón el Mago o Apolonio de Tiana.

No pretendo aquí discutir sobre la veracidad de los prodigios de estas tres figuras históricas sino sólo mostrar hasta que punto sus "milagros" eran parecidos a los que se atribuían los antiguos taumaturgos que ya he citado: Orfeo, Pitágoras y Empédocles.

Los prodigios atribuidos a Jesús de Nazaret son de sobra conocidos por lo que no me voy a detener en ellos: curaciones milagrosas, resurrección, andar sobre el agua, el poder de exorcizar, etc. Simón el Mago, del que tenemos constancia en el Nuevo Testamento (Hechos 8, 9 ss.), según los testimonios era capaz de crear un ser humano y de dominar a los démones en su beneficio (en esto se diferencia de Jesús). Simón y Pedro se desafiaron a mostrar sus poderes ante Nerón llegando Simón a poder volar ante el emperador aunque Pedro deshizo el hechizo y el desafortunado mago cayó al suelo.

El tercer mago es Apolonio de Tiana que según los testimonios, sobre todo de Flavio Filóstrato que escribió una biografía sobre él, era capaz de entender a los animales, hablar otras lenguas, resucitar a personas muertas, deshacerse de cadenas, etc. Se dice que este mago de la época imperial como los actuales gurús mediáticos viajó a la India y aprendió de los brahmanes. Curiosamente a principios del siglo IV d. C. Hierocles de Nicomedia usó la figura de Apolonio frente a la de Jesús para desacreditar a este último; según Hierocles Apolonio había realizado mayores prodigios que el taumaturgo hebreo y era un maestro superior. Esto muestra hasta que punto la figura de Jesús y del resto de taumaturgos se confundían en aquellos tiempos, aún tres siglos después del nacimiento del cristianismo.

Hasta el siglo IV d. C. la magia estaba extraoficialmente tolerada aunque no permitida abiertamente pero a partir de esta fecha el Estado empieza a sospechar de unos personajes que dicen poder prever la muerte de emperadores e incluso provocarla y se empieza a perseguir sistemáticamente las prácticas mágicas. Por su parte la Iglesia también empieza a luchar con ahínco contra la magia a la que veía aliada con los últimos restos de paganismo y de gnosticismo. Esta alianza del Estado y la Iglesia contra la magia será constante en toda la edad media.

Los deseos de los magos se anticiparon a los logros de la actual tecnología pero la magia no sólo muestra el deseo del hombre de imponer su voluntad a la naturaleza sino también su anhelo por alcanzar el conocimiento velado, la comprensión de lo místico; anhelo que aún hoy en día no ha podido ni podrá ser nunca abordado por la ciencia.

Termino este trabajo con dos sugerentes fragmentos de textos del libro comentado:

fragmento 19 del libro de Georg Luck Arcana Mundi (PMG 1, 121-124):

Encantamiento para atraer a una persona por medio de un sahumerio de mirra. Hazla arder sobre carbones y recita la fórmula. Fórmula: "Tú eres la Mirra, la amarga, la incómoda, la que reconcilia a los que luchan, la que seca u obliga a amar a los que no se adaptan a Eros. Todos te llaman Mirra, pero yo te llamo devoradora de carne e inflamadora del corazón. No te envío lejos, a Arabia, no te envío a Babilonia, sino que te mando junto a fulana, hija de mengana, para que me sirvas contra ella, para que me la traiga. Si se sienta, que no se siente; si habla con alguien, que no hable; si mira a alguien, que no mire; si se acerca a alguno, que no se acerque; si pasea, que no pasee; si bebe, que no beba; si come, que no coma; si besa a alguien, que no lo bese; si se alegra con algún placer, que no goce; si se acuesta, que no se acueste; sino que solamente en mí fulano, tenga su pensamiento, sólo a mí desee, únicamente a mí me ame, todas mis voluntades cumpla.
No penetres en ella a través de sus ojos, ni a través de sus costados, ni a través de sus uñas, ni de su ombligo, ni de sus miembros, sino a través de su alma; y mantente en su corazón y haz arder sus entrañas, su pecho, su hígado, su espíritu, sus huesos, su médula, hasta que venga a mí, fulano, me ame y haga todo lo que yo quiera, porque yo te conjuro, Mirra, por medio de los tres nombres: Ánoco, Abrásax, Tro, y de sus seguidores más fieles y más fuertes, Cormiot, Iao, Sabaot, Adonáis, para que cumplas mis órdenes enteramente, Mirra; como yo te hago arder a ti enteramente, y eres fuerte, así quema enteramente el cerebro de la que amo, fulana, enciende y transforma sus entrañas, hazla sudar sangre hasta que venga a mí, fulano, hijo de fulana.

fragmento 56 del libro de Georg Luck Arcana Mundi (PMG 1, 170-173):

Remedio probado, de Piquebis, contra los posesos. Toma aceite de olivas no maduras con mastigia y pulpa de loto, y ponlo a hervir con mejorana incolora y di: "[palabras mágicas; entre otras Iôêl, Chari, Phtha] sal de fulano (lo que desees)".
En lo tocante a la fabricación del amuleto, escribe en una lámina de estaño: "[palabras mágicas]", y cuélgala al cuello del paciente, para espantar a cualquier demon al que tema. Realiza el conjuro poniéndote de frente.
Ésta es la fórmula del conjuro: "Te conjuro por el dios de los hebreos, Jesús, [palabras mágicas], tú que te muestras en el fuego, tú, el que está en medio de la tierra y de la nieve y de la niebla; Tanetis, que descienda tu ángel, el inexorable, y exorcice al demon que rodea a esta criatura que Dios formó en su santo paraíso; porque yo te suplico, santo Dios, por Amón [palabras mágicas]. Te conjuro a ti, que fuiste contemplado por Israel en una columna luminosa y en una nube durante el día, que salvó a su pueblo del Faraón e hizo caer sobre el Faraón las diez plagas por haberlo desoído. Yo te conjuro, espíritu de todo demon, para que digas de qué clase eres. Yo te conjuro, por el sello que puso sobre la lengua de Jeremías y habló.
Habla también tú, di de que clase eres, celeste o aéreo, terrestre o subterráneo, o infernal o Ebuseo o Querseo o Fariseo, di qué clase de espíritu eres. Pues yo te conjuro, dios portador de luz, indomable, que sabes lo que hay en el corazón de todo ser vivo, el que ha modelado con tierra la raza de los hombres, el que resucita de la oscuridad y amontona las nubes y humedece la tierra con la lluvia y bendice sus frutos, a ti, a quien bendice toda fuerza celestial de ángeles, de arcángeles. Te conjuro a ti, gran dios Sabaot, por quien el río Jordán se retiró y el Mar Rojo, sobre el que caminó Israel, volvió a ser intransitable; pues yo te conjuro a ti, que mostraste las ciento cuarenta lenguas e hiciste la distribución según tu mandato. Te conjuro por el que hizo arder a los soberbios gigantes con huracanes, a quien canta el cielo de los cielos, al que cantan las alas del querubín. Te conjuro a ti, por el que puso montes alrededor del mar o un muro de arena y le ordenó no traspasarlo. Y le obedeció el abismo.
También obedéceme tú, cualquier espíritu demoníaco, porque yo te conjuro por el que pone en movimiento a los cuatro vientos desde los sagrados eones, el que tiene forma de cielo, de mar, de nubes, portador de luz, indomable. Te conjuro por el que está en la Jerusalén pura, para quien arde el fuego inextinguible eternamente, con su nombre santo [palabras mágicas] ante el que tiembla el infierno de fuego y las llamas arden a su alrededor y el hierro se quiebra, y toda montaña tiembla desde sus cimientos. Te conjuro, cualquier espíritu demoníaco, por aquel que vigila sobre la tierra y hace temblar sus cimientos y lo hizo todo de la nada para que existiera. Te conjuro a ti, el receptor de este conjuro, a que no comas cerdo, y se te someterá todo espíritu y demon de la clase que sea"
Al hacer el conjuro, sopla una vez, enviando el soplo desde las puntas de los pies hasta la cara, y será arrojado fuera. Consérvate puro: pues la fórmula es hebrea y se guarda entre hombres puros.


Sé feliz