Nacionalismo y tribu
Hace unos días publiqué en el blog un breve texto de Krishnamurti sobre el nacionalismo y su necesidad o innecesidad. Hoy quiero dar mi versión de los hechos y explicar con otras palabras lo que a mi corazón le dice el nacionalismo y cualquier neotribalismo.
¿Quién soy que escribo esto? Tras la pantalla de mi portátil, con mis manos bailoteando sobre el teclado, esperando que llegue la hora de dormir o de comer... ¿quién soy? Pues un trocito de Nada, un pequeño amasijo de vacíos; contemplo la creación de los hombres con sus Imperios y sus glorias inmortales y yo, pedacito minúsculo de material fungible, me siento microscópico no por un engaño de mi autoestima sino porque lo soy.
Miro ahora la creación de la Naturaleza. Las estrellas, dicen los sabios de hoy, que veo en el cielo brillan desde un pasado que se remonta a antes de mi nacimiento. El sol, inimaginable bola de fuego en combustión, podría contener cientos de planetas como este, y si ya me siento pequeño en él ¿qué soy ante el astro rey o la galaxia? ¡ Y qué decir de la edad del Universo! No soy entre todo esto indiferenciable de un protozoario, de un grano de arena... casi menos que nada.
Pero ahora que pienso mejor... mi patria, mi religión o mi destino histórico ¡qué importante llega a ser entonces que el trapito de bandera que dicen que me representa sea rojo y amarillo o verde y azul o negro y marrón! ¡Oh ya lo creo que sí! Ya no estoy sólo sino que soy un cristiano como tantos millones o musulmán o europeo o, a lo mejor, del Real Madrid. "Ya no estas sola pequeña cosita", me parece oír "¡ ya eres importante!". Ahora que encontré a mi tribu ya tengo un destino que cumplir y sobre todo ¡ya no estoy sólo! Pero ¿cuál es el precio? (ya me dijo mi mama desde pequeñito que nadie daba duros a cuatro pesetas). Poca cosa: si soy uno de los Nuestros, pero no de los Vosotros, me dirán lo que tengo que amar y a quienes odiar... si me duele algo me dirán quien tiene la culpa de todo: de que nuestra Patria sea pobre, de que nuestro club descienda a segunda, de la inmoralidad y las costumbres corrompidas. "No te preocupes por eso" me dirán " si eres de los Nuestro ya te informaremos de quien debe ser tu enemigo odioso, el infiel, el hereje, el traidor y el malo en general".
Y sé que debo aceptar este trato sin remedio porque si no lo acepto ¿qué voy a hacer yo, pequeña cosita que soy? Sin la Nación, la Razón, el Dios Verdadero o la Verdad Divina ¿qué soy sino una pequeñita cosa? Sin Tradiciones, Destinos ni Anhelos Comunes ¿quién va a controlar mi vida, lo que amar y soñar sino yo mismo?
¿Quién soy que escribo esto? Tras la pantalla de mi portátil, con mis manos bailoteando sobre el teclado, esperando que llegue la hora de dormir o de comer... ¿quién soy? Pues un trocito de Nada, un pequeño amasijo de vacíos; contemplo la creación de los hombres con sus Imperios y sus glorias inmortales y yo, pedacito minúsculo de material fungible, me siento microscópico no por un engaño de mi autoestima sino porque lo soy.
Miro ahora la creación de la Naturaleza. Las estrellas, dicen los sabios de hoy, que veo en el cielo brillan desde un pasado que se remonta a antes de mi nacimiento. El sol, inimaginable bola de fuego en combustión, podría contener cientos de planetas como este, y si ya me siento pequeño en él ¿qué soy ante el astro rey o la galaxia? ¡ Y qué decir de la edad del Universo! No soy entre todo esto indiferenciable de un protozoario, de un grano de arena... casi menos que nada.
Pero ahora que pienso mejor... mi patria, mi religión o mi destino histórico ¡qué importante llega a ser entonces que el trapito de bandera que dicen que me representa sea rojo y amarillo o verde y azul o negro y marrón! ¡Oh ya lo creo que sí! Ya no estoy sólo sino que soy un cristiano como tantos millones o musulmán o europeo o, a lo mejor, del Real Madrid. "Ya no estas sola pequeña cosita", me parece oír "¡ ya eres importante!". Ahora que encontré a mi tribu ya tengo un destino que cumplir y sobre todo ¡ya no estoy sólo! Pero ¿cuál es el precio? (ya me dijo mi mama desde pequeñito que nadie daba duros a cuatro pesetas). Poca cosa: si soy uno de los Nuestros, pero no de los Vosotros, me dirán lo que tengo que amar y a quienes odiar... si me duele algo me dirán quien tiene la culpa de todo: de que nuestra Patria sea pobre, de que nuestro club descienda a segunda, de la inmoralidad y las costumbres corrompidas. "No te preocupes por eso" me dirán " si eres de los Nuestro ya te informaremos de quien debe ser tu enemigo odioso, el infiel, el hereje, el traidor y el malo en general".
Y sé que debo aceptar este trato sin remedio porque si no lo acepto ¿qué voy a hacer yo, pequeña cosita que soy? Sin la Nación, la Razón, el Dios Verdadero o la Verdad Divina ¿qué soy sino una pequeñita cosa? Sin Tradiciones, Destinos ni Anhelos Comunes ¿quién va a controlar mi vida, lo que amar y soñar sino yo mismo?
Sé feliz