Cuatro modos de lo para-artístico
En el post anterior tratamos de como el arte cuando no reconcilia una oposición degenera en algo que se parece al arte sin serlo. Basamos nuestro análisis en dos oposiciones que fueron originalidad-canon y sensibilidad-intelecto. Cuando la armonía entre estas oposiciones no se produce lo artístico degenera mostrando prioritariamente uno de los polos de la dicotomía dando lugar, si hacemos el análisis a través de las dos oposiciones que hemos reseñado, a cuatro formas de lo para-artístico.
El antagonismo sensibilidad-intelecto da lugar a dos polarizaciones que son respectivamente el arte frívolo o sentimental y el arte frío o intelectual. A su vez el otro antagonismo, entre el canon estético y la originalidad del artista, da lugar polarizándose al arte vulgar y al arte esnob respectivamente. En este post ejemplificaremos cada uno de estos géneros cuasi artísticos.
Cuando hablamos del arte sentimental y frívolo es fácil comprender a que clase de arte nos referimos. Los medios de comunicación son una industria que produce masivamente ese tipo de subarte: películas, canciones, series etc. son claros ejemplos de este género. Las canciones de Bisbal o las películas como Titanic son manifestaciones de este arte frívolo. Las emociones humanas son representadas con simplicidad y superficialidad, todos reconocemos esas emociones por su carácter común y poco elaborado. La contemplación de estos productos no genera en el alma del espectador más que una descarga emocional superficial y eso sólo cuando el espectador no posee una sensibilidad superior; al espíritu formado, sin embargo, este subarte no genera más que indiferencia. No alcanza ni de lejos la armonía entre sensibilidad e intelecto ya que el elemento intelectual es ajeno completamente a este modo de lo para-artístico. Las novelas rosas son, igualmente, ejemplos claros de lo que decimos.
El arte intelectual o arte frío está representado de un modo menos obvio y menos masificado que el arte frívolo. Frente a las novelas rosas las novelas que representan este arte intelectual sería las novelas policíacas cuyo fin único es presentar un juego o un problema al intelecto del lector; obviamente no nos referimos aquí a las novelas de Dashiell Hammett o de otros genios de la literatura del XX (como tampoco incluimos dentro del genero de novela rosa a “Madame Bovary”). En el arte pictórico se ve ejemplificado este arte intelectual cuando se subraya la necesidad de comprender la obra pictórica y no la necesidad del deleite estético en su contemplación. En el cine, pintura y escritura este subarte es valorado por la supuesta élite intelectual en detrimento incluso del verdadero arte que no prima la comprensión sino el deleite en la armonía.
Pasando al siguiente antagonismo tenemos por un lado al arte vulgar y por otro al arte esnob. El arte vulgar es aquel que repite esquemas y parámetros estéticos de manera mecánica. Este mecanicismo de la producción pseudo artística se puede observar en la fabricación industrial de ornamentos (jarrones, cuadros, esculturas...) pero también en programas como “Operación Triunfo”. El arte se enseña, se modula y se produce en serie ¿existe diferencia substancial entre una canción de Alejandro Sanz y cualquier otro ídolo de quinceañeras? Las letras de las canciones y los guiones de las películas son, en muchos casos, intercambiables ya que responden a parámetros de escuelas repetitivos y archiconocidos. En épocas precedentes un artista genial producía una obra original que era una reinterpretación personal de los cánones vigentes; posteriormente sus discípulos copiaban ese estilo repetitivamente, sin alma y sin genio... esta es la diferencia entre el verdadero arte y el arte artesanal que hemos llamado arte vulgar.
Por ultimo el arte originalista o arte esnob es aquel que sustrayéndose radicalmente de los cánones pretende mostrar una obra de arte rompedora y completamente nueva. Este arte desprecia un valor esencial en la producción artística: el deseo de comunicabilidad. El arte originalista no permite salir al artista de su solipsismo onanista: crea para sí y por sí. En un intento de diferenciarse de la masa grupos intelectuales aprecian este arte de una manera artificiosa; se esfuerzan en creer que creen y finalmente acaban creyendo. Para el espíritu libre este arte se muestra falso y pretencioso. La armonía sigue rota como en el arte vulgar.
En el siguiente artículo "El arte va desnudo" analizaré el fenómeno del arte actual siguiendo el hilo de lo expuesto hasta aquí.