La maldición de Dios
Un día Jesús, hijo de María, se dirigía corriendo hacia la montaña. Alguien se puso a seguirlo gritando:
“¡Nadie te persigue! ¿Por qué corres así?”
Jesús, sólo preocupado por su huida, no respondió siquiera a la pregunta. Pero el otro reiteró su llamada:
“¡En nombre de Dios! ¡Detente! Quisiera solamente saber lo que haces, pues aparentemente, no hay motivo de temor!”
Jesús respondió:
“¡Huyo de un tonto! No te pongas en mi camino. ¡No retrases mi huida!”
El otro exclamó:
“¿Cómo? ¡Tú que posees el hálito santo! ¡Tú, que has curado a ciegos y sordos, Tú, que puedes resucitar a un cadáver soplando sobre él! ¡Tú, que hacer un pájaro de un puñado de barro! ¿Por qué ese temor?”
Jesús respondió:
“Es Dios quien ha creado mi alma y mi carne. Cuando invoco Su nombre, el ciego y el sordo quedan curados. Cuando invoco Su nombre, la montaña se dispersa como un almiar. Si murmuro Su nombre al oído de un cadáver, resucita. Una gota se convierte en un océano por Su nombre. Lo he invocado mil veces ante un tonto, pero no ha habido resultado alguno.”
El hombre insistió:
“¿Cómo es que el nombre de Dios, que influye en el sordo, el ciego y la montaña, no tiene efecto sobre un tonto? Si la tontería es una enfermedad como las demás, ¿cómo es que no se le encuentra remedio?”
Jesús respondió:
“La tontería es una maldición de Dios mientras que la ceguera no lo es. Pues se adquiere. Los males que se adquieren merecen piedad, pero la tontería es nuestra enemiga.”
¡Cómo Jesús, huye de los tontos! La conversación de los tontos hace disminuir tu fe, igual que el aire hace evaporarse el agua. Si te sientas sobre rocas húmedas, se va el calor de tu cuerpo y caes enfermo. El tonto enfría tu naturaleza. No creas que Jesús huía por temor. Estaba protegido por Dios. No, sólo lo hizo para enseñanza tuya.
Cuento extraído del libro: Rumi; 150 cuentos sufíes; Paidos Orientalia
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